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Una puta inesperada IV y V

galapagoz

Bovino adicto
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21 Jul 2008
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Una puta inesperada IV



por Peib



Si bien no es mucho, debo agradecer por sus índices de lectura. No pensé que fuera a tener tantas, aunque me gustaría que fueran más, así como sus comentarios y valoraciones. Mi más sincero agradecimiento a toda la comunidad de esta página y sus desarrolladores, que me han permitido devolver a los lectores, tantos momentos de excitación. GRACIAS. Sin más continuaré desde donde me quedé.
PEIB

Al salir del baño me encontré con las tres mujeres que nos habían visto en el baño. Me miraron de una manera ofensiva y debo decir que me intimidé. Era un escuincle de prepa, mientras ellas eran unas payasas y fresas, aunque debo admitir que muy guapas, mujeres de universidad o ya del ámbito laboral. Debo decir, que a pesar de mi corta edad, siempre he parecido un poco más grande. El promedio de la edad que me calculaban, oscilaba entre los 18 y los 21, aunque la realidad fuera otra. Ahora que tengo 21, me dicen que parezco de 27…
Yo las evité y me senté en una banca esperando a Ga. Las tres chavas no me dejaban de ver y al parecer hablaban por lo bajo, hasta que las tres decidieron irse cuando en ese momento salió Ga vestida pero, sin su tanga negro y con algunos restos visibles y secos de mi semen. Se le veía toda la concha que aún seguía mojada. Verla así, me dio mucho morbo y dejó completamente con la boca abierta a las tres mujeres que la observaban. Se acercó a mí y me dijo que estaba lista. Nos fuimos caminando a la salida y al pasar junto a las chavas, una de ellas le dijo “zorra”. Ga sonrió ante el insulto y yo le solté una pequeña nalgada y le agarré el culo mientras caminábamos. La gente nos observaba, pero eso me estaba poniendo a cien, a pesar de que acababa de terminar en el baño en la cara de Ga… Es increíble el cuerpo humano…
Ya dentro de la camioneta, Ga lo primero que hizo fue dirigir su mano a mi paquete mientras me daba un beso.
- Gracias Lex
- ¿Te ha gustado lo que hicimos hoy? – le pregunté manoseándola por todas partes
- Sí, me has hecho sentir muy puta… por favor, trátame más así… haz lo que quieras conmigo…
- ¿En serio? – asintió – Si te dijera que te desnudaras y salieras, ¿lo harías?
- Como ordenes…
Se quitó la playera y el pantalón y salió de la camioneta, cerró la puerta y se quedó ahí parada, en el estacionamiento totalmente desnuda. No lo podía creer, lo había hecho. En eso, pasó un coche con unos tipos adinerados, pero jóvenes; le chiflaron y le dijeron algunas cosas. Como vieron que no pasaba nada, vi la intención de que querían regresar. Bajé el vidrio de su ventana y le dije que subiera. Cuando estuvo dentro, le dije que se quedara así y la empecé a masturbar. Ella gemía y a mí se me paró de nuevo, aunque sentía dolor de tanta cogedera y estar excitado casi todo el tiempo. Si seguía por este camino, esta mujer acabaría conmigo. Que felicidad.
Los tipos se fueron mientras Ga y yo nos besábamos y masturbábamos. La aparté de mí y le dije que siguiera masturbándome hasta que llegáramos a mi casa.
El trayecto surgió sin problemas y sin tráfico. Cuando llegamos, le dije que se vistiera, pues no quería que los vecinos le dijeran nada a mi padre y tuve mucho cuidado de que nadie se enterara que había entrado con una chava a mi casa. Había que mantener una buena opinión… (que hipócrita, pero funciona en esta sociedad tan ambigua y mojigata).
Llegamos a las 3. Acomodé todo lo que compramos en su lugar mientras Ga me veía mientras se masturbaba. No lo podía creer, esa mujer seguía teniendo ganas de más e increíblemente yo también. Le pregunté qué es lo que deseaba comer y me respondió que lo que yo le diera, eso comería. Me dispuse a hacer algo de pasta al horno y unos medallones de pollo con puré de papa. Algo sencillo, pero rico. Le dije que preparara agua de sabor, pero natural.
- ¿No me vas a coger? – preguntó ya desnuda. No me había dado cuenta de cuando se desnudó…
- No mames, ¿todavía quieres más? – pregunté incrédulo
- Si por mí fuera, estaría ensartada todo el día o trabajaría de puta las 24 horas…
- Chale… aguántate hasta después de comer.
- ¿No más la puntita? – dijo abriéndose de piernas en el sofá… – ándale, por donde quieras…
- Bueno…
La verdad es que no me podía negar a esa insinuación. Además, ¿quién soy yo para negarle la verga a una puta? Me desnudé al instante, pero mi pene estaba flácido, pues aunque era joven, era demasiado sexo para mi primera vez. “Ya sé que te va a reanimar” me dijo al observar mi dormido instrumento. Me dijo que me sentara y ella se colocó en una posición bastante fetiche. “Te he hecho encabronar mucho, castígame como es debido amo”. Y en efecto, se había puesto como una niña que va a recibir nalgadas de su padre por portarse mal. Esa disposición y gusto por el dolor me excitaba mucho de ella. Vaya que sabía por dónde llegarme. No me hice del rogar y comencé a azotarle ese culote que de por sí ya lo había maltratado todo el día anterior, pero comencé con pequeñas nalgadas mientras de vez en cuando le metía un par de dedos por la concha, que ya estaba bastante húmeda.
- ¿Por qué me pegas tan quedito? – me preguntó
- ¿Quieres que te pegue más fuerte?
- Si… no te midas… además dijiste que me ibas a dejar el culo morado… y mis chichis también… y no creo que con esos golpecitos lo logres…
- Vaya que estas enferma… ni hablar, lo prometido es deuda…
Sabe como excitarme, porque ya tenía la verga a reventar, además tenía razón, yo le había dicho eso cuando estábamos en el coche y la verdad que se lo iba a cumplir. Sin más, le solté una fuertísima nalgada esperando su reacción. Ni siquiera gimió. Otra más y esta vez un leve gemido. Esa era mi señal. Le azoté sin compasión esas hermosas nalgas. Ella solo gemía, aunque no sé si de dolor o de placer, pero yo estaba bastante excitado azotándola. Cada azote lo trataba de dar lo más fuerte posible, y después de alrededor de 5 minutos, ya me ardía la mano. Su culo, ya estaba muy, muy rojo, pero todavía no estaba morado. Cambié de mano y la seguí azotando lo más fuerte que pude, cuando ella comenzó a llorar. Paré, pero inmediatamente ella me pregunto que por que lo hacía; “¿quieres que siga?” le pregunté y ella me dijo que si quería seguir siguiera hasta que me cansara, que ella solo era un objeto y podía hacer lo que quisiera con su cuerpo. Eso me excito aún más y por consiguiente seguí con la azotanía. Ella seguía llorando, pero no se movía de ahí ni metía mano, solo lloraba y gritaba evidentemente de dolor en cada azote. Comenzó a arderme la mano y nuevamente la cambié. Su culo ya empezaba a tomar el tono que quería, pero quería más… le metí mientras tanto, y para que descansase, un par de dedos en la concha, que para mi sorpresa seguía húmeda, así que con una mano, le percutía el coño y con la otra le soltaba, de vez en vez, una nalgada. Así seguimos como por 10 minutos y ella ya se había venido dos veces, cuando en una nalgada, puso su mano bloqueándome. “Ya no, por favor, ya me duele mucho”. Eso me hizo enojar, aunque por un lado sentía que ya me había pasado como por tres calles… Le espeté que si yo quería azotarla, la iba a azotar. “Por favor, neta ya me duele mucho”. Le aparté la mano y seguí azotándola, pero ella volvió a poner su mano y se la quité. Hizo ademán de pararse, pero la volví a poner como estaba. “Ya sé que te va a reanimar” le dije.
La puse a cuatro sobre el sofá y le metí mi verga en su concha. Gimió de placer y comencé a bombearla rápidamente mientras le seguía azotando el culo. “No por favor, ya no me pegues”. Le dije que se callara, que la quería ver sangrar de las nalgas. Al parecer eso fue su detonante, porque aunque estaba llorando, se quedó callada. “Así me gusta puta”. Se la saque de la concha, abrí sus ya moradas nalgas y escupí en su ojete, para después metérsela por ese lado. Cuando estuvo dentro seguí nalgueándola, aunque ella lloraba y en ocasiones gemía. No aguanté mucho, quizá 2 minutos más y me vine dentro de ella. La azoté un par de veces más y después me despegué de ella. Ella se acostó boca abajo en el sofá, visiblemente rendida y dolorida. Me hinqué a la altura de su cara para besarla.
- Perdoname… – le dije después de besarla – pero me encanta darte nalgadas…
- ¿Por qué? Soy tu puta… debiste de seguirme azotando… – dijo sollozando entre lagrimas.
- Pero ya no querías… ya te dolía… estas…
- Lex, me encanta que me azotes… me excita que me trates como un objeto… no me hagas caso… tu haz lo que quieras…
- Pero…
- Por favor… más… mmm… pégame lo que quieras… donde quieras…
- Creo que ya fue suficiente – sentencié.
- No… hasta que sangre… por favor… hazlo – me rogó
- Quizá en otra ocasión…
Así que la cargué y la lleve hasta mi cama y la recosté boca abajo y comencé a acariciarla. Su espalda, sus piernas, sus hombros. Fui por una crema para los moretones y ese tipo de cosas e intenté aplicársela con el mayor cuidado posible en ese hermoso culo. Al primer roce, gimió un poco, pero al parecer le estaba gustando lo que le hacía y por inverosímil que pareciera, seguía muy mojada. Lo noté y acaricié su vulva e introduje un dedo. Se lo di a probar. “Para que sepas lo sabrosa que eres”. Repetí la jugada varias veces hasta meter tres dedos y ella los chupaba golosamente. Seguimos así hasta que se vino. Una vez más, le di a probar sus jugos y yo también los probé. Es un sabor exquisito. “Quédate y descansa. Voy a preparar la comida”.
Eran ya las 5: 45 cuando terminé todo. Sólo faltaba el agua, que estaba preparando de fresa. Escuché pasos y era Ga, que venía desnuda hacia la cocina.
- ¿Acaso te dije que te levantaras puta? – pregunte en tono enojado
- Yo…
- ¡Tú eres una puta y tienes que obedecer mis órdenes y claramente te dije que te quedaras en la cama!
- Pero…
- Regresa ahora mismo, o te prometo que te vas a acordar de mí.
Solamente escuché los pasos de Ga alejarse. Así que acomodé todo para que pudiéramos comer en mi cuarto con una de esas cosas de madera que se pueden poner sobre la cama. Tenía pensado llevarle la comida a la cama y ver alguna película. Me encanta el cine y en ocasiones me gusta tener ese tipo de detalles, aunque suene cursi… (hay algunas cosas que nunca cambian). Cuando llegué Ga estaba recostada sobre un lado y cuando me vio ataviado con la comida comenzó a llorar.
- Lex, no manches… – me dijo llorando
- Más te vale que te guste la pasta y el puré de papa. No soy un gran chef, pero hasta ahora nadie le ha hecho el feo a lo que hago. Así que…
- No… no es eso… es que… – decía entre sollozos – ¿Por qué haces algo así?
- ¿A qué te refieres?
- Soy tu puta… no me deberías de tratar así…
- Mira cabrona, ya sabes que yo no soy así. Me conoces bastante bien y de antemano sabías que yo no iba a ser así. – le dije
- Es que… nadie me había tratado así antes.
- Pues si vamos a seguir cogiendo, acostúmbrate, porque, aunque me guste tratarte mal y golpearte, creo que es solo en parte. Además ayer me desquintaste, así que dame chance…
- Eres único. Te amo. – y me dio un tiernísimo beso de lengua.
- Dime si te gusta, pero se honesta. Y eso es una orden. – le espeté
- O.K. – dijo sonriendo y secándose algunas lágrimas
- Y vamos a ver una peli. Quiero que veamos, “Alguien tiene que ceder”.
- No la he visto.
- Te va a gustar.
La verdad es que esa película es buena y hace reír. Comimos, nos divertimos, bromeamos. La verdad fue un buen rato y son esos momentos los que más atesoro de mi relación con Ga, que si bien era un poco rara, valió la pena y ella me enseñó mucho en cuanto al sexo. Me enseño que no hay nada asqueroso, ni nada loco o perverso que no se pueda probar y que, si hay disposición de las dos partes, el sexo puede ser algo extremadamente excitante, delicioso y orgásmico.
Lo que restó el fin de semana, lo pasamos cogiendo y durmiendo. Cumplí mi promesa y también le azote los melones hasta dejárselos casi morados. Eso es algo que me gusta. Fustigar cuerpos… pero sobre todo el trasero… ah, los culos…
Fue mucho para mi primera vez, pero puedo decir que soy un hombre afortunado. En la tarde del domingo, cuando se iba, me dijo:
- Entonces… ¿si me vas a coger siempre? – me pregunto en la puerta.
- Creo que queda claro que sí putita.
- Espero que así sea – respondió y agregó – Lex, gracias por este fin de semana. Ha sido el mejor de mi vida.
- Y los que faltan… – le contesté.
- Y los que faltan… – dijo sonriendo y me dio un largo beso de lengua mientras me agarraba la verga y yo su trasero. – Te veo mañana en el CCH
- Ya estas…
Con Ga viví muchas más experiencias y lo que sucedió al lunes siguiente, lo que me dijo y lo que paso, también fue algo que jamás olvidaré, pero esa es otra historia que continuará en otro relato…



AQUI UNOS RELATOS DE LA RED NUEVAMENTE ESPERO LES AGRADEN Y COMENTEN BUENO O MALO

recuerden son 2 en uno


Una puta inesperada V



Al día siguiente estaba nervioso. Había perdido mi virginidad con una tipa de catalogo y no solo eso, ella era mi puta personal. Estaba nervioso por verla y saber que pasaría. Hacía unas horas que la había maltratado, que la había manoseado, que había hecho tantas porquerías con ella. Mi nerviosismo se debía a que íbamos a convivir con demasiada gente y no sabía cómo comportarme, sin mencionar el hecho de que nuestra relación era algo… inusual.
En lo personal, me encanta caminar y para ir a la escuela, prefiero ir a pie que llevarme el coche. Estaba en el camino que muchos de los compañeros estudiantes utilizan para llegar al CCH, conocido como Boulevard de la Luz.
Boulevard de la Luz es un tramo de aproximadamente 2 km con un camellón bastante amplio y lleno, en tramos, por muchos árboles. Caminaba como uno más, cuando, sin previo aviso sentí que alguien agarró mi trasero. Esperaba, al voltear, ver la pícara cara de la mujer con la que había pasado el fin de semana y cuál fue mi sorpresa al encontrarme con Elisa.
Elisa era una chica de mi salón. Cabello rubio y rizado; ojos verdes y sin duda alguna ella pudiera haber sido una gran modelo de no ser por su altura (1.58), ya que su físico era impresionante. 80 – 53 – 100. Desde que entre, había llamado mi atención, pero, al conocerla, me di cuenta de que no era lo que yo esperaba. Era una mujer infiel a más no poder. Parecía que eso le excitaba y en lo personal, eso es desagradable. Sin embargo, dadas las circunstancias que había vivido los días pasados, la veía de otra forma.
Nos fuimos platicando alegremente al CCH y no cejó en su intenso coqueteo que siempre y sin falta obtenía de ella, y nunca, hasta ese día, fue que aceptaba e incluso también coqueteaba con ella. Ella se sorprendió, pero lo tomó de buena manera. Todo esto continúo hasta después de nuestra primera clase. Salíamos de esta, cuando llego Ga. Inmediatamente las miradas de estas dos impactantes féminas se cruzaron con un desdén implícito. Elisa ya me había dicho que ella no me convenía y no le agradaba que pasara tanto tiempo con ella, aunque siempre la soportaba; sin embargo, el hecho de que ella estuviera ahí y me plantara un beso era, quizá, demasiado para ella.
El día transcurrió sin alteraciones hasta la noche. Al final del día, quedé con Ga en la cafetería para regresar juntos a casa. Sin embargo estaba excitada.
- ¿Te gusta Elisa? – me preguntó
- ¿Por qué la pregunta? – le dije nervioso, porque era verdad mi atracción por Elisa
- Sólo preguntaba… pero… oye… me la pasé muy bien el fin de semana. Gracias…
- A ti… ¿Cómo está tu culo y tus tetas?
- Aún duelen, pero ya están mejor. Me puse una pomada, pero además sano rápido. La próxima vez, hazlo más fuerte, y aunque te diga que pares, tu sigue hasta que quieras. O.k.? – me propuso Ga sonriendo.
- No sé… es raro azotarte… aunque debo reconocer que me gusta mucho… – dije pensativo.
- Ahí está… prométemelo, por favor – imploró Ga con un pequeño puchero.
- Lo intentaré – respondí con una sonrisa.
- Eso espero… pero, estaba pensando en algo… aunque no te lo tendría que pedir…
- Dime, sabes que me puedes decir lo que quieras.
- Quiero que me humilles…
- ¿Otra vez? – pregunté incrédulo.
No sabía que pensar con esta mujer. En verdad que estaba enferma y lo peor es que yo también me estaba enfermando. Lo que platicamos me dejó mucho en que pensar, pues era algo que, aunque me excitaba, era aún difícil de cumplir. Me dijo que quería que la humillara constantemente. Que ella se excitaba de esa manera y le encantaba. Que lo hiciera constantemente y me recordó que era su puta, su zorra y que podía hacer lo que yo quisiera con ella y que además era su amo y los amos hacen ese tipo de cosas.
A pesar de lo que había vivido durante todo ese fin de semana, siempre que me decía algo así, me sentía raro. Me excitaba, tengo que admitirlo, pero otra parte de mi sentía que no debería de hacer ese tipo de cosas y menos con una mujer. Siempre me enseñaron que a la mujer se le tiene que tratar como “al vaso de cristal más frágil”, pero, los gritos, los golpes y varios tipos de asquerosidades me excitaban en sobre manera. Así que, imponiendo el lado oscuro a los principios y remordimientos, comencé a pensar en alguna forma de hacerlo. Debo reconocer que el que ella se haya desnudado en el estacionamiento de aquel centro comercial y todo lo que paso en el baño del mismo, me excito muchísimo y el hacer algo nuevo o, incluso, repetir la experiencia, sería tremendamente morboso.
Martes y hacía un día nublado. Caía una lluvia fina y la mayoría de los estudiantes caminaban con sus pantalones mojados hasta las espinillas, producto del suelo mojado. Todo el mundo iban bien abrigado y el ambiente era pesado.
A las tres de la tarde estaba platicando de manera muy seria con Elisa, la cual necesitaba para llevar a cabo cierta situación que tenía ganas de experimentar, misma que serviría para humillar a Ga y al mismo tiempo satisfacer las exigencias de Elisa de tener sexo conmigo.
Yo iba con la firme decisión de alcanzar un objetivo: humillar a Gabriela. Lo que tenía pensado incluía a Elisa y el plan dependía enteramente de su disposición. Quería un trío y precisamente elegí a Elisa porque sabía que, entre ambas, había cierta discordia. No conocía muy bien a Elisa, pero sabía que era algo perversa, así que podría acceder a mi idea. Sin embargo, tenía que contarle ciertas cosas y eso me causaba algo de problemas. No quería que nadie se enterara de cómo era mi relación con Ga, pero si quería lograr mi cometido tendría que ser de esa manera. El problema estaba en cómo lo tomaría Elisa…
- Prepárate putita, que ahora si te voy a humillar – le dije a Ga unos días después de hablar con Elisa
- ¿En serio? – me respondió contenta – ¿Qué es lo que me vas a hacer?
- Paciencia, lo sabrás a su momento, pero te aseguro que no te va a gustar.
- Yo creo que si…
- Eso ya lo sé… si no más de planteártelo ya estas mojada – y le toqué su coño para comprobarlo. Estaba mojada. – Estas empapada.
- Vamos a coger ahorita… ya extraño tu verga… – me imploró en un suspiro.
- Ni lo pienses, estamos en la cafetería de la escuela.
- No me importa, quiero que todos sepan que soy tu puta
- No. – dije tajantemente. – Paciencia Ga, que este sábado, vas a llorar mucho.
Elisa había tomado, aunque con cierto recelo, bastante bien el asunto de Ga. No me creía que estuviera en una situación así y mucho menos con Gabriela, quien, a pesar de que intuía que era mi novia, no lograba entender que ella fuera así y mucho menos me creía que hubiera perdido mi virginidad y aceptó la idea, sólo porque incluía estar conmigo y comprobar si eso era cierto o no. Elisa era (y aún es) una chica con carácter fuerte y un corazón bastante frío. A pesar de ser linda y tierna, le gustaba tener el control de las cosas. Una mujer de mundo. Dura, calculadora y, a groso modo, me recuerda a la esposa del rey Leónidas, de la película de 300. Ella era ese tipo de mujer.
Llegó el sábado y estaba crudo. El viernes hubo una gran fiesta, cerca de Six Flags y terminé ahogado en alcohol. Me levanté, listo para mi cita con Eli. Había quedado con ella de salir y hasta la noche “comprobar” mi estado de no virginidad. Llegué a su casa a eso de las 12 y me recibió con un beso de lengua. Me comentó que tenía la casa sola hasta el domingo por la tarde y que quería ver si me rifaba o no. Seguía sin creer lo de Gabriela, así que intenté algo para comprobárselo.
- Hola Ga
- Hola – respondió Ga al otro lado de la línea – ¿Cómo estás?
- Bien. Espera un momento… – puse el altavoz para que Elisa escuchara nuestra conversación. – Listo. ¿Te desperté?
- No, para nada. ¿Cuándo te voy a ver? Estoy en ayunas de tu pedazo de carne
- Jajajajaja – a Elisa se le saltaban los ojos, mientras yo reía. – Paciencia, que a eso de las 6 paso por ti.
- ¿En serio? ¡Qué bien! – dijo emocionada – Ya no puedo esperar. ¿Alguna petición?
- Me leíste la mente – le contesté. Elisa no salía de su asombro. – Quiero que te pongas un vestido primaveral, sin ropa interior.
- ¿Nada más?
- Lo demás lo sabrás a su momento. Te dejo. Te veo a las 6 en tu casa.
- No puedo esperar.
Elisa seguía asombrada. Colgué el teléfono y le pregunté si en realidad estaba dispuesta a lo que le había propuesto.
- ¿Sí o nel?
- No lo sé Cold – (ella siempre me dice así) y después agregó – la neta pensé que me estabas choreando…
- ¿Ella te cae mal, verdad? – ella asintió – es tu oportunidad de hacerle todo lo que quieras…
- No mames, como crees…
- Es en serio, puedes hacerle lo que quieras – le aseguré – sea lo que sea.
- ¿Es en serio?
- Si no fuera cierto, ni siquiera estaría aquí. Sabes que no me gusta ser infiel ni nada, pero estoy experimentando nuevas cosas…
- Eso me parece perverso… perdón perfecto. ¿Lo que sea, verdad?
Elisa y yo salimos aunque no pasó nada de momento, solo algunos besos. Ella es un poco fría, pero aún así sabe como provocarme. Ella tiene, lo que yo llamaría, un trasero perfecto. Si bien Gabriela no está nada mal, Elisa la supera. Eso siempre me atrajo de ella y por supuesto que lo sabe, así que no perdía oportunidad de contonearse en frente de mí y provocarme con su culo. Además llevaba puesta una blusa negra escotada que dejaba ver algo de sus pequeños, pero bien formados pechos. Cabellera suelta, pantalón de mezclilla muy ajustado y sus eternos “puma” de color café.
Salimos al cine y después fuimos a un restaurante de mariscos (muy bueno, debo agregar) que está en la Santa Úrsula Coapa (los que vivan en el D. F. saben que es la colonia donde se encuentra el E. Azteca) ya que por ahí vivía Ga. Eran las 5: 30 cuando terminamos de comer, pero nos quedaban 30 minutos libres, así que platiqué un poco con Elisa para “medirle el agua a los tamales” y saber, más o menos, como actuar.
- En serio aún no creo como es que llegaste a esto Cold – me dijo mientras nos acercábamos a la casa de Ga.
- ¿Por qué? – le contesté algo contrariado – ¿No crees que yo pueda ser un buen amante o todo un semental?
- No, no es eso, pero… por tu manera de ser y como eres con las viejas, es difícil de creer que hayas hecho todo lo que me contaste y definitivamente no te creo lo de santa fe. Eso ya es mucho…
- Vas a ver que no te miento, pero quiero preguntarte algo
- Dime
- Yo sé que te has besado a mujeres e incluso te llegue a ver besándote con Lorena el viernes…
- ¡Ah, no! Ni loca Cold. No voy a besarme con esa vieja
- ¿Por qué no? – le dije suplicante, pero con una sonrisa. – Vamos a hacer un trío…
- Estas pero si bien pendejo, me caga la madre, además ella te desvirgó
- Venga Eli, yo te he visto hacerlo y no parecía desagradarte – le atajé.
- Pero eso era diferente, Lorena me cae muy bien, pero esa vieja no.
- Ándale Eli… hazlo por mí…
- ¿Por qué me pides eso Cold? – suspiro después de verme la cara y agregó – bueno… ya veremos.
- Esa es la actitud caray, ya verás que te va a gustar la experiencia, aunque es la primera vez que hago un trío…
- Yo también – me dijo riendo.
- Espero no decepcionarlas…
- Yo también… – contestó riendo aún más.
Llegamos a las seis menos cinco y Ga ya estaba afuera de su casa esperando verme llegar. Bajé del auto con una venda y le tapé los ojos. Le di un beso de lengua mirando fijamente a Elisa y alcancé a notar ciertos celos en su rostro. Para rematar el cuadro y fijándome bien que no hubiera nadie cerca, me pasé por detrás de Ga y le masajé los pechos. “¿Me extrañaste puta?” le susurré a Ga, la cual asintió. La subí a la camioneta en la parte de atrás y le hice con señas a Eli que no dijera nada. Me subí yo también en la parte de atrás y le dije a Elisa que observara.
Ga iba vestida con un bonito y corto vestido rojo con flores. Un gran escote dejaba poco que imaginar con sus grandes tetas y su cabello caía sobre sus hombros y espalda desnuda. Rápidamente metí mano y le saque las tetas, comprobando que no llevaba bra. “Muy bien”, le dije. Metí mi mano entre sus piernas para comprobar si tampoco llevaba ropa interior y cuál fue mi sorpresa al encontrar que llevaba algo puesto. Elisa estaba bastante asombrada y en ocasiones no quería ver, pero su curiosidad la obligaba a voltear constantemente.
- ¿No te dije que no trajeras nada de ropa interior? – le dije enojado al comprobar que traía una minúscula tanga roja. La verdad se veía muy sexy. – Esto merece un castigo bastante severo.
- Lo hice por eso, para que me castigaras – me dijo con una leve sonrisa – pero esta vez por favor no te midas, es más hazlo ahora, necesito que… me pegues… por favor… ya no aguanto.
- De verdad que estas enferma… – le dije volteando a ver a Elisa que tenía la boca abierta, pero alcancé a ver que tenía una mano en su entrepierna – pero tendrás que esperar. Ahora, no te quites la venda y no pienses moverte de tu asiento. Hay otro pasajero y no quiero que lo molestes hasta que lleguemos a nuestro destino. ¿Entendido?
- Si amo.
- Muy bien – le azoté las tetas y le dije – déjalas fuera. Se ven muy bien cuando están rojas, además quiero que mi acompañante te vea bien – y les volví a pegar.
Nos pusimos en marcha a casa de Elisa, la cual me miraba con unos ojos difíciles de interpretar. No sé si eran de odio, celos o pasión y calentura. La cosa fue que 20 minutos después estábamos ya en el garaje de Elisa. Y ahí fue donde comenzó la diversión.
Elisa bajó del coche y, a pesar de que llevaba mezclilla, se le notaba mojada la entrepierna. Ga seguía con los ojos vendados y las tetas de fuera un poco rojas, puesto que había aprovechado cualquier momento en que el trafico me lo permitiera para, ya sea pellizcarle fuertemente los pezones o, golpearle esos melones que se cargaba y, además, ella se deleitaba con ese trato. Bajé del coche y bajé a Ga, aun con los pechos al aire y unos pezones amenazantes que apuntaban al cielo. Elisa le dio la vuelta a la camioneta y justo cuando Ga terminaba de bajar del coche me alcanzó con un riquísimo beso de lengua y me agarró el paquete. Yo aproveché para agarrarle ese colosal y hermoso culo. Ufff!!!! Ese culo era mucho mejor que el de Ga… Me moría por darle unas buenas nalgadas… Ga permanecía callada, pero consciente de que algo perverso pasaba junto a ella. “Todavía no te quites la venda de los ojos. Arrodíllate y comienza a mamar”, le ordené.
Ga obedeció al instante. Se hincó a mi costado y a tientas encontró mi miembro ya erecto sobre el pantalón, del cual me despojó en tan sólo un instante. Yo mientras tanto seguía besando apasionadamente a Elisa mientras la masturbaba con una mano y con la otra me dedicaba a uno de sus pequeños pechos. Ella no se rasuraba la concha y estaba completamente peluda en la parte de abajo. No me importaba, igual me moría por mamarle ese coño y penetrarlo. Elisa ya no aguantó más y comenzó a gemir como una loca. En ese momento Ga se detuvo en su labor de felación y volteo hacia arriba, ya sin la venda en los ojos. Lo primero que noté en sus ojos al verme masturbando a Elisa fue de un odio muy intenso, pero no se movió. Sólo alcance a ver que cerraba uno de sus puños con mucha fuerza, hasta el punto de que su mano se puso blanca. “Más te vale que obedezcas la siguiente orden puta, si no, te va a ir muy mal. Comienza a mamarle la concha”, le ordené a Ga, mientras seguía masturbando a Elisa, quien tenía los ojos en blanco y seguía gimiendo como toda una golfa.
Como no obedecía, le solté una cachetada bastante fuerte y de inmediato se acercó a Elisa, le bajó el pantalón por completo y comenzó a mamar. Elisa, al sentir el cambio de unos dedos a una boca, se sorprendió, pero increíblemente (dados sus sentimientos) no hizo nada por moverse o quitar a Ga, incluso, al contrario, abrió más sus piernas y tomó su cabeza para meterla más entre sus piernas. Yo me desnudé y en ese instante me di cuenta de que hacía demasiado frío, pues estábamos aún en el garaje de Elisa.
Ga seguía mamando la concha de Elisa, cuando esta reparo en mí; me sonrió y me hizo señas de que me acercara. Se inclino y ella comenzó a mamarme la verga. Ya necesitaba nuevamente de estos placeres. Elisa no era tan buena como Ga, pero sabía hacer su trabajo. Llevábamos un rato así cuando Elisa se despegó y comenzó a gemir más fuerte, señal de que estaba a punto de venirse y lo hizo instantes después de que dejo de mamarme y me sorprendió, ya que parecía que se estuviera orinando. La cantidad de flujo fue tal, que Ga quedó empapada y todavía se formó un pequeño charco debajo de ella. Cayó al suelo mientras Ga se relamía
- ¡Oh, Dios mío!
- Y esto solo ha hecho más que comenzar – dije agarrando a Ga del cabello y obligándola a mamar mi erecto miembro – aunque tenemos que meternos, porque hace bastante frío aquí.
- Vamos. – dijo Elisa
Elisa se quitó lo que le quedaba de ropa y nos indicó que la siguiéramos. Ella caminaba muy raro, presa de aún de los efectos de su torrencial orgasmo. Ga se levantó y al andar le solté una tremenda nalgada. Elisa volteo y sonrió y el dijo a Ga: “yo también quiero hacer eso”. Dicho esto, se regresó hasta donde estaba y también nalgueó a Ga, pero no tan fuerte como yo lo había hecho. “Así, más duro” le dije ejemplificándolo con otra fuerte nalgada y Eli, sonriendo le soltó otra tan fuerte como yo. Ga estaba entre enojada y extasiada, aunque su entrepierna delataba que se trataba más de lo segundo.
Entramos a la casa e inmediatamente Elisa se dirigió a la cocina y trajo una botella de tequila un poco empezada y tres caballitos. En lo personal, físicamente me gustaba más Elisa que Gabriela. Elisa estaba totalmente flaca y sin una marca de grasa en su cuerpo, mientras que Ga estaba un poco más gordita, pero no demasiado… también era muy antojable. Elisa estaba desnuda y reparé en Ga, quien todavía tenía puesto el vestido, aunque éste ya estaba algo mojado por los jugos de Elisa. Le ordené que se desnudara y después se sentara junto a mí, en la sala.
Mientras Ga hacía esto, Elisa servía los tres caballos. Los dejó en la mesa de centro de la sala y regresó a la cocina por limones y sal. La situación era extraña, pues los tres estábamos en completo silencio, aunque ya nos habíamos echado tres caballitos cada quien. Así que decidí romper el silencio, tocando un tema bastante complicado, pero que si lo sabía tratar, podría mejorar un poco más la situación que se estaba desarrollando.
- ¿Te gustó mamarle la concha a Elisa, Ga? – pregunté después de tomarme el cuarto caballo.
- La verdad me hiciste llegar al cielo –dijo animadamente Elisa a Ga después de un rato, al ver que no contestaba – espero que lo vuelvas a hacer…
- Mira Ga, tu dijiste que serías mi esclava y harías todo lo que yo te dijera. Así que te ordeno que contestes. No te preocupes, que te voy a dejar morado ese culo, por haber traído tanga. – le dije, adivinando que no contestaba para ganarse un castigo… en realidad esta chica estaba enferma, pero me estaba agradando esto – Además, quiero dejar en claro que, en este momento, Elisa también tiene autoridad sobre ti.
- ¿En serio? – dijo Elisa sonriendo de oreja a oreja
- Si, también tienes que obedecerla. ¿Entendido puta? – le dije manoseando su pecho derecho.
Ella se tomó el quinto caballo y después de sacudir su cabeza me miró con un odio tremendo y después me dijo: “si amo, lo que usted diga” e inmediatamente su expresión cambió, tal y como aquel fin de semana, de una expresión de odio, a esa niña pícara y pervertida que tanto me excitaba. Elisa abrió sus piernas y le ordenó a Ga que le mamara de nuevo el coño. Yo me levanté y le puse mi carajo a la altura de la cara a Elisa, la cual no dudó un instante y se lo tragó golosamente.
Era increíble ver como Elisa disfrutaba que una mujer le mamara el coño. No sé porque, pero a muchos hombres les llama la atención y les excita ver escenas lésbicas. Yo soy uno de ellos. Es tremendamente excitante ver que dos mujeres se besan y hacen cochinadas; y no me podía creer que estaba viviendo algo así, apenas una semana después de haber perdido mi virginidad. Vaya que era un tipo con suerte… mucha suerte…
Otra cosa que también me sorprendió es como habían ido tomando el asunto estas dos mujeres. En un principio, sabía que Elisa tenía ciertas tendencias lésbicas y no habría mucho problema (el único era su cierta enemistad, pero a estas alturas, parecía que lo habían vencido). El verdadero problema era Ga, de la cual no sabía mucho a cerca de sus tendencias, pero intuí que por lo enferma que estaba, no tendría de que preocuparme y lo estaba comprobando. Elisa me estaba llevando a la gloria con su mamada, aunque de vez en cuando se la sacaba para gemir como una loca. Ga se estaba masturbando mientras mamaba la vagina de Elisa y de vez en cuando aprovechaba para nalguearla y en otros momentos me dedicaba a las tetas de Elisa, la cual agradecía mi tratamiento. Estuvimos así como unos diez minutos y yo ya no pude más. Le avisé a Elisa que estaba por venirme y ella se apartó aunque siguió masturbándome. Adiviné, por consiguiente que no le agradaba el semen. Así que le ordené a Ga que ella continuara mamando mi verga hasta que me viniera. Elisa se masturbaba y me reclamó por haberle quitado a Ga, pero le respondí que me gustaba que se tragaran mi leche.
Acto seguido, empujó a Ga y le ordenó que siguiera con su labor en su coño y Elisa comenzó a mamar mi verga de una manera frenética. Fue el golpe definitivo. Me vine dentro de la boca de Elisa, quien se tragó todo. Segundos después, sus gemidos indicaron que ella se estaba viniendo una vez más. Así lo hizo y nuevamente salió un chorro de flujo. Esta vez no fue tanta la cantidad, pero si una considerable. Elisa aprisionaba a Ga contra su pucha aunque seguía chorreando. Temí que la ahogara, pero después hizo algo que le devolvió el vigor a mi flácido instrumento: levantó a Ga y después de decirle “ven pendeja, me has hiciste llegar al cielo”, le dio un beso de lengua, saboreando ella misma sus propios jugos de la boca de Ga, la cual correspondió ávidamente mientras dirigía sus manos a los pequeños pechos de Elisa.
A pesar de que estaba terriblemente excitado, mi verga no respondía. Estaba flácida y no parecía recuperarme, aunque sabía que era cuestión de unos pocos minutos. Elisa y Ga voltearon a verme con una cara de excitación tremenda y entendí que tenía que recuperarme pronto, porque esas dos mujeres reclamaban sus agujeros llenos. Quería culear a Elisa, quería probar sus dos hoyos, quería nalguearla, quería cogérmela, pero no podía por el momento. Ordené a Ga que se pusiera como perro y mamara mi verga de nuevo hasta que se volviera a parar. Le dije a Elisa, que por favor nalgueara a Ga, que eso también me excitaría, porque quería penetrarla a ella. Sonrió, al igual que Ga, por lo que ordenaba y proponía. Ga se dedicó a mi verga y Elisa, aunque con un poco de timidez, hizo lo que le pedí mientras me miraba a los ojos con una sonrisa. Estaba deseando que me la cogiera. Elisa comenzó a nalguearla, pero sus nalgadas eran muy suaves para lo que a Ga le gustaba y le animé a hacerlo más fuerte, a lo que Ga asentía y le decía que lo hiciera sin piedad, con odio y con saña. Elisa, sonreía cada vez más, pero aún no aumentaba su fuerza en las nalgadas y Ga se estaba enojando. No pasaron más de diez minutos, cuando mi verga ya estaba parada de nuevo.
Le ordené a Ga que se volteara para mostrarle a Elisa como es que debía de hacerse, lo cual me agradeció y le dije que esta vez me iba a sobrepasar, pues se le debía de castigar por desobedecerme al traer una tanga, cuando le había ordenado no hacerlo. “Por favor, llevo esperando todo el día por esto” me dijo Ga con una cara de suplicio. Elisa por otra parte, se comía con los ojos mi inhiesto aparato, y le dije que ya era tiempo de coger. No me podía creer, estaba viviendo un trío y con dos viejas bastante perversas. Fui y aún soy un hombre con suerte. Elisa me abrió sus piernas desfachatadamente mientras se masturbaba lentamente. Me dirigí a ella, quien estaba junto de Ga, la cual estaba ya en la posición perfecta para nalguearla.
Sin miramientos, penetré a Elisa, la cual emitió un gran gemido ante la súbita invasión de su agujero, pero no de dolor, si no de placer y sorpresa. Inmediatamente cruzó sus piernas alrededor de mi y comencé con un ritmo semi lento, pero firme que le arrancaba fuertes gemidos. Vaya que Elisa era bastante escandalosa, pero me excitaba. Estaba descubriendo muchas cosas en cuanto al sexo y me faltaba todo un mundo por conocer. Sin embargo, estaba tan concentrado en mi cogida con Elisa, que me olvidé por completo de Ga, la cual esperaba pacientemente por sus nalgadas. Le dije que se masturbara, que en un momento la atendía. Es que la concha de Elisa estaba realmente deliciosa. Apretada, pero suave. Mojada y a la vez dura. No sé cómo expresarlo. Tiene tiempo que me cojo un coño como aquel. Elisa me estaba llevando a la gloria y cada vez aumentaba más el ritmo. Elisa gritaba como poseída, pero notaba su sonrisa. Tenía los ojos cerrados y comencé a estrujarle esos pequeños pechos. Fue el golpe definitivo para ella. De repente sentí un chorro de flujos que salió disparado hacia mi vientre, mientras yo seguía con un frenético mete y saca.
Es raro sentir que, además de la presión que ejercen las paredes vaginales cuando se está dentro, una presión adicional, la cual es de fluidos vaginales, los cuales, debido a la misma presión salen disparados a diferentes partes. Que loco… Mientras tanto, Ga se sintió ofendida (aunque eso me valió…) pero lo tomó bastante bien, pues en lugar de enojarse, se dedicó a besar a Elisa y cuando notó que ésta se corrió comenzó a recoger los flujos de Elisa que habían caído en mi vientre y llevárselo a la boca con la mano. Le solté tres cachetadas que agradeció. Yo estaba a punto de venirme así que, levante a Ga de los cabellos y comencé a retorcer sus pezones de una manera brutal, pero era tal mi excitación que poco me importó hacerle daño; además ella me lo agradeció una vez más.
Me corrí con un gran grito y Elisa me dijo: “ya te estabas tardando”. Según yo fueron como diez minutos nada más, pero igual lo había disfrutado enormemente. Sin embargo, quería catar su culo y sobre todo azotarlo… me pregunté en ese momento si Elisa se prestaría para eso…
Desgraciadamente, no sucedió lo mismo que mi primera vez y no pude empalmarme en el acto, aunque lo hubiera deseado para seguirme con el culo de Eli. Sin embargo, seguía tremendamente excitado por la situación, aunque mi herramienta estaba en “descanso”. La mirada de Ga era suplicante, pero quería hacerla sufrir un poco más. Antes de separarme, le di un largo beso de lengua a Elisa cuando terminamos y un tierno apretón a sus pechos. Le pregunté a Elisa si podíamos subir a alguno de los cuartos, para poder descansar un poco, pero ellas seguían en pie de guerra (sobre todo Ga, quien no había recibido nada en sus agujeros y seguía en ayunas).
Elisa seguía rendida en el sofá gimiendo y respirando agitadamente. Se masturba lentamente con una mano y con la otra estaba masajeándose un pecho. Ga estaba a su lado haciendo lo mismo, pero ella estaba de cañon. Aproveche eso para soltarle una fortísima nalgada que al parecer, no sintió, porque ni siquiera un leve gemido salió de sus labios. “¿no te estás pasando de lanza Cold? Me preguntó Elisa, al ver como nalgueaba una y otra vez a Ga, la cual comenzaba a gemir, pero no se movía, pero un sólido pedido de “más fuerte” de Ga aclaró el asunto. Elisa se seguía masturbando cada vez más rápido y comenzaba a gemir sonoramente una vez más mientras yo seguía atizando el culo de Ga de manera, casi, bestial.
Cuando el trasero de mi esclava estaba más rojo que un tomate mi verga ya estaba apuntando al cielo a punto de explotar y quise poner por obra, algo que una vez había leído. Le ordené a Gabriela que le mamara el ojete a Elisa, quien no dejaba de gemir al masturbarse y ver lo que le estaba haciendo a Ga. Ella ni presta ni perezosa se dispuso a su tarea y Elisa se vino una vez más. Sus fluidos fueron a empapar el cabello de mi puta. “Métele dos dedos” le ordené y lo hizo, aunque con cierta reticencia de parte de Elisa. Por mi parte, yo comencé a trabajarle el culo a Ga. Mamé ese ojete como si se me fuera la vida en ello y traté de prepararlo lo más que me fue posible. Hubo un momento en que cuatro de mis dedos se perdieron en su ojete y ella me pedía que le metiera más dedos y hasta incluso la mano. Si no fuera porque Elisa chilló de dolor cuando sintió el tercer dedo de Ga en su culo, hubiera realizado mi fantasía (fisting) en el culo de Ga.
Elisa se enojó y dijo que eso había dolido demasiado y que mejor ya paramos, además estaba bastante cansada (claro, después de tanto orgasmo…) pero yo quería culearla, quería darle por detrás. En un arrebato de excitación le ordené a Elisa que se pusiera en cuatro y se abriera las nalgas. Ella, se sorprendió y al principio se negó, alegando que nunca lo había hecho por ahí y que si tres dedos le dolían un horror, mi verga la mataría (no es que fuera muy grande, ni muy gruesa, pero los dedos de Ga son pequeños). Con un poco de verbo la convencí y se puso como le había dicho, mientras que le ordené a Ga lo mismo y que se colocara junto a ella. Tenía esos dos culos a mi merced. Le ordené a las dos que se masturbaran (la orden fue más para Eli, porque Ga ya lo estaba haciendo) y dirigí mi carajo a la entrada de ese culito tan perfecto. Ga había hecho un excelente trabajo y, aunque me costó un poco, logre penetrar lentamente a Elisa por el culo. “Ay, me duele mucho, sácalo por favor” me decía Elisa, pero yo ya estaba bombeando. Lo hice lentamente para que se fuera acostumbrando y, a pesar de que Elisa se resistió un poco, lentamente fue cediendo y sus quejas se fueron convirtiendo en gemidos. Poco a poco fui aumentando el ritmo, pero sin llegar a algo frenético; de vez en cuando atizaba el culo de Ga, para que no se sintiera. Cuando comenzaban a hacerse más fuertes los gemidos de Eli, se la saque súbitamente y me pasé al culo de Ga, la cual se vino en el momento que la penetré. Gritó casi como Elisa, pero ella casi no soltaba leche, al menos no como Elisa.
Con Ga ya tenía experiencia, y no me fijé si le dolía o no. Solo taladré sin piedad ese culo que ya estaba muy rojo y lo seguí azotando a placer. Elisa nos observaba atónita, pero ya consciente del placer que causaba el sexo anal. Yo estaba en la gloria. No se porque, pero cuando lo hago por el culo, siento que mi resistencia baja, pues es más estrecho que un coño. Cuando juzgué que era suficiente, volví a cambiar de culo y esta vez Elisa me animó a que lo hiciera como a Ga. No me lo tuvo que decir dos veces, porque ya estaba imprimiendo un ritmo bastante rápido y por puro reflejo, le solté una nalgada a Elisa.
Lo había hecho, a pesar de que no sabría la reacción que tendría, lo hice y no pareció molestarle, aunque fue una fuerte. Solo alcancé a escuchar un “Ay”, pero muy leve. Me aventuré a nalguearla otra vez y el mismo resultado. Le solté una tercera y nada. Así que le solté otras tres y comenzó a gemir como loca. Cuando sentí que estaba a por venirse, se la volví a sacar y se la volví a meter a Ga (aunque con una lluvia de insultos de Elisa). Ya dentro de Ga, solté golpes con todas mis fuerzas. Ella gemía como Elisa y me animaba a golpearla más y más fuerte. En eso Elisa se para y me suelta una nalgada a mí. Me sorprendí, pero no me desagrado. Volvió a hacerlo y también le soltó una fuerte a Ga, “Ya Cold, me toca a mí”, me decía Elisa. Se la saqué a Ga y Elisa se puso nuevamente en posición. Yo ya estaba por venirme y no duré ni 2 minutos bombeando a Elisa. Me vine al momento de soltarle nuevamente una nalgada a Eli. Sin embargo ella todavía no llegaba al orgasmo y se había molestado porque no duré tanto y ella estaba disfrutando ampliamente de su primer polvo anal. Así que le ordené Ga, que le mamara de nuevo el ojete y también el coño hasta que se viniera y que la seguiría azotando mientras tanto.
No duró mucho el tratamiento oral de Gabriela, porque en menos de cinco minutos, Elisa se vino copiosamente y también expulso algo de mi semen por el orto, el cual Ga tragó gustosa. Para esas alturas del partido, los tres estábamos rendidos (bueno, Ga no tanto, porque no la trabajé como a Elisa, pero servía para humillarla, según yo…). Nos tomamos los tres un último caballo y subimos a descansar a su cuarto.
Nos acostamos (yo en medio de las dos) y platicamos, pues estábamos demasiado despiertos para dormir. Fue una buena plática, la cual me reveló muchas cosas sobre Ga y sobre Elisa que no conocía y al término de ésta, la fiesta siguió su curso, sin embargo, lo que procedió, lo contaré en mi siguiente relato.
 

merryl

Bovino maduro
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27 Jun 2007
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muy buen relato... ke tanto fue verdad? jajaja

Hasta Pronto
 

puga puga

Bovino adicto
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2 Jun 2009
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835
¡¡¡uffffffffff!!! y que esperas para subir los demás relatos? no nos hagas sufrir
 

many.manyto

Becerro
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5 Nov 2009
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Que buen relato Lex, haber cuando me invitas, yo paso seguido por ahí para ir a la universidad (Boulevard de la Luz).
 

bravissimo

Bovino maduro
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22 Sep 2008
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La verdad que buenos relatos ya me chuté los cinco de esta historia GRACIAS
 

coom10

Bovino maduro
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30 Ago 2007
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167
hay cabron, me quede con las ganas de seguirle leyendo, para cuando el siguiente...

esta de huevos...!!
 

galapagoz

Bovino adicto
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21 Jul 2008
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594
hace tienpo nadie manda algun saludo al leer mis relatos recabados en la red sera que ya no gustan??? jejejejeje tendre que buscar mas
 
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