Welcome!

By registering with us, you'll be able to discuss, share and private message with other members of our community.

SignUp Now!

Un feliz rencuentro.

voyerista

Bovino adolescente
Registrado
19 Ago 2008
Mensajes
86
Un feliz rencuentro.
Si ustedes leyeron mi primer relato (Cumpliendo una fantasía) ya conocieron a Anel, la chica con quien cumplí por primera vez mí fantasía de tener sexo con una desconocida que me ligara en la calle. Después de casi un año, todavía conservaba un grato recuerdo de ella, por ser quien inició mi racha de buena suerte, durante la cual me ligué y llevé al hotel a varias chicas que conocí por la calle. Anel y yo no habíamos intercambiado teléfonos ni correos, pues habíamos acordado que lo nuestro era algo casual y de una sola vez. Pero precisamente, fue la casualidad la que quiso que nos volviéramos a encontrar. Ahora les contaré cómo estuvo este rencuentro, que me dejó recuerdos más gratos todavía.
Era una tarde calurosa de verano. Recuerdo que era un miércoles. Yo andaba en las calles del Centro de la ciudad de México, comprando cosas que me habían pedido en el lugar donde trabajaba. Me encantaba hacer esos encargos porque me permitían salir un rato a la calle y despejarme del encierro de la oficina, además de echarme un “taco de ojo” con las mujeres bonitas que me podía topar por allí. Pasaba frente a una joyería, cuando de uno de esos locales vi salir a Anel. Era imposible no verla. Estaba más bonita como cuando la conocí: con su largo cabello rizado, su piel morena clara, su nariz ligeramente achatada, labios carnosos y sus preciosos ojos verdes. Vestía un conjunto de pants y chamarra deportiva de color gris claro con vivos rosas y blancos, tenis de color blanco y llevaba su cabello suelto. Era una tarde calurosa y se veía ligeramente abochornada. Llevaba un sobre de papel que parecía contener documentos.
La ropa deportiva que vestía Anel no disimulaba su bonito cuerpo. Además, irradiaba una sensualidad que llamaba la atención de muchos hombres. Por esa sensualidad era la que había decidido acercarme a ella tiempo atrás, corriendo con la enorme suerte de que se volviera la protagonista de la primera aventura que relaté aquí. Había pasado el tiempo y, aunque lo ocurrido entre nosotros no había sido cualquier cosa, yo no sabía cómo iba a reaccionar ella. Con ciertas dudas, me acerqué a ella.
Me armé de valor y antes de que se apartara del mostrador en el que veía unas alhajas exhibidas, la salude: “Hola Anel. Que gusto volver a verte ¿Qué andas haciendo por aquí?”. Ella volteó, con cara de sorpresa, pero en cuanto me reconoció, me saludó con gusto: “¡Qué onda! ¿Cómo estás? Esta si que es una sorpresa” y me saludó con un sonoro beso en la mejilla. Comenzamos a conversar: “Esta es una coincidencia increíble, nunca me hubiera imaginado encontrarte así, de pura casualidad ¿Qué haces por aquí?”. Ella me contesto: “Pues curioseando un poco, como a muchas chicas, a mí también me gustan las joyas”. Yo le dije: “¡Ah! Pensé que estabas eligiendo los anillos para tu boda”. Esto lo dije con la intención de saber si mi amiga tenía algún galán o si estaba libre. Ella me respondió: “No, no hay nada de eso. Salí con alguien unos meses, pero no funcionó. Ni modo”. Le dije que lo sentía por esa relación fallida y ya con el pretexto de haber iniciado la plática, la invité a tomar algo: “Oye ¿Tienes tiempo? Te invito a tomar un café, aunque con este calor, creo que sería mejor un refresco o un helado ¿Qué te parece?”
Anel me respondió: “Pues si me gustaría, pero tengo que llegar a la casa. Sólo vine a recoger unos papeles del negocio de mi papá. Como ahorita no tengo trabajo, ni estoy estudiando, pues le ayudo”. Antes de que me desanimara, me dijo: “Pero, acompáñame al Metro, platicamos en el camino y nos ponemos de acuerdo para vernos otro día ¿Qué te parece?”. Yo acepté. Durante el recorrido platicamos sobre de qué habíamos hecho durante el tiempo que no nos habíamos visto. Anel me contó que hacía unos meses había tenido un accidente y se había lastimado una pierna, incapacitándose por varias semanas, por lo que tuvo que dejar de estudiar y de trabajar. Ahora vivía con sus papás y una hermana, cerca del lugar donde nos habíamos conocido. Yo le conté que seguía en el mismo trabajo de cuando la conocí y qué hacía por allí.
Entramos a la estación del Metro. Estaba tan entusiasmado con la plática que me olvidé de los encargos. El andén de estaba muy lleno y antes de que Anel se acercara a tomar el Metro yo le dije: “Bueno, creo que aquí nos despedimos, tengo que ir por las cosas que me encargaron y llevarlas a la oficina”. Le pedí su teléfono y ella me dio su número de celular. Quedé en llamarla la siguiente semana. Antes de despedirnos, ella me dijo algo que me dejó sorprendido: “Oye ¿Todavía haces eso de llevarte al hotel a las chicas que conoces por la calle?”. Respondí: “Pues sí, todavía lo hago, cuando tengo dinero y tiempo, lo hago. En realidad, tú me trajiste suerte. Desde que te conocí, tuve varias oportunidades de hacer lo mismo con otras chicas y las aproveché”. Ella me miró con cierta picardía: “¿Ah, sí? Y tan seriecito que te ves. Cuando nos conocimos no pensé que fueras a tirarme la onda así, tan directa. Es más, recuerdo que cuando nos conocimos, mientras caminaba por la avenida, me di cuenta que me estabas viendo, pero como no me hablaste. Pensé que sólo me querías ver y ya. Luego me alcanzaste y me propusiste lo de pagarme por ir al hotel contigo y pues, ahora me entero que lo haces muy seguido” y se sonrió.
“Pues ya ves, uno que tiene sus perversiones” respondí. Ella se rio y de inmediato le pregunté: “¿Por qué la curiosidad de saber si sigo haciendo eso?”. Anel fue directa: “Pues, porque ando algo corta de dinero y también llevo un tiempo sin tener sexo, así que, si tú quieres, podemos volver a hacer negocios. Creo que los dos podemos salir beneficiados. Me gustó como me trataste y además, te tengo confianza, pues somos como amigos ¿No?”. Yo le dije: “Bueno, yo estaría encantado de volver a pasar un buen rato contigo, pero podría hasta que cobre la próxima semana ¿Estás de acuerdo?”.
Ella aceptó y quedé en llamarle el siguiente lunes. Nos despedimos y me acerqué a darle un beso en la mejilla. Al momento de acercarme le dije: “¿Puedo preguntarte algo?”. Anel me dijo: “¿Qué?”. Yo le advertí: “Tal vez te suene un poco morboso, pero tengo ganas de saber algo…” Ella dijo: “¿Qué? Dime”. Yo pregunté: “¿Sigues sin usar brasier?”. Ella se sonrió y con una mirada coqueta me dijo: “Ya sabes que no me gusta. Lo uso lo menos posible. Ahorita, debajo de la playera no traigo nada. Por eso no me he quitado la chamarra, aun con el calor que hace”. En tono de complicidad me confió: “Ahorita no traigo más ropa interior que una tanga rosa”. Eso me dejó paralizado. Después me dijo: “Ya recordé que a ti te encanta la lencería. Te propongo algo: el día que nos veamos, voy a llevar un algo que estoy segura que te va a gustar ¿Qué te parece?”. Yo sólo pude decir: “Me parece muy bien. Te llamo el lunes, para ponernos de acuerdo” y me despedí de ella.
Los días pasaron lentamente. Esperé con impaciencia el día de pago, que recuerdo que cayó en viernes, así que, para el lunes había repartido mis gastos y pude apartar dinero para mi cita con Anel. Ese día la llamé temprano, como ella me pidió, para ponernos de acuerdo. Ella me dijo que por la tarde acostumbraba ir al gimnasio, así que, con ese pretexto saldría de su casa sin necesidad de pedir permiso para dejar el negocio de su papá por un rato. A sugerencia de ella, quedamos en que yo llegaría al mismo hotel donde habíamos estado la primera vez y que una vez que estuviera en la habitación, la llamaría para que ella saliera. Así, ganaríamos tiempo, pues ella podía llegar en unos minutos allí y no lo perderíamos en esperarnos en algún otro lugar y después irnos al hotel.
Yo conseguí arreglar la entrega de unos documentos para después de la comida. Con ese pretexto, esperaba que mi jefe me diera autorización de salir y ya no tener que regresar. Así fue y para las tres de la tarde, estaba llegando al lugar de mi cita. Entré al hotel y pedí una habitación. Una vez instalado, llamé a Anel: “Hola ¿Cómo estás?”. Ella me respondió muy amable y con cierto tono cachondo en la voz: “Hola, yo muy bien ¿Si nos vamos a ver?”. “Claro. Estoy en la habitación 223”, le respondí. Ella me dijo: “Voy para allá. Llego en unos quince minutos”.
Mientras Anel llegaba, yo revisé que llevara condones en mi mochila, pues recordé que mi amiga era una firme convencida de usarlos, si no, no habría “fiesta”. Afortunadamente, los había comprado desde unos días atrás, en cuanto supe que iba a tener un encuentro con ella. El ruido de la calle entraba por la ventana abierta de la habitación y yo noté que me comenzaba a poner nervioso. Después de unos veinte minutos, sonó el teléfono que estaba sobre el buró. Contesté. Era el empleado de la administración. Me preguntó: “¿Espera usted una visita?”. “Sí”, respondí. “Va para allá”. Dije: “Gracias” y colgué. Un poco después, sonaron unos golpecitos en la puerta y abrí. Allí, parada frente a la puerta, estaba Anel, vistiendo un blusón blanco, que le llegaba un poco más abajo de la cadera, un ajustado pantalón de licra negra y unas sandalias. Llevaba un bolso de regular tamaño colgando de su hombro derecho. Sus ojos estaban ocultos tras unos lentes oscuros y llevaba el pelo amarrado en cola de caballo. La verdad, se veía muy sensual, con ese pantalón tan entallado y el blusón, que no alcanzaba a disimular sus turgentes senos. Tenía abiertos los tres botones superiores, permitiendo que se viera un top blanco que llevaba bajo el blusón. Yo me hice a un lado, para que entrara. Anel me saludo: “Hola ¿Que tal?” y me dio un beso en la mejilla, mientras entraba a la habitación.
Yo cerré la puerta y le pregunté: “¿Cómo estás?”. Ella me respondió: “Pues ¿Qué te parezco?” y dio un giro para permitirme admirarla y me dijo: “Recuerda que hoy tengo ganas de portarme como una prosti, así que antes de hacer nada, te pido que me pagues”. Yo me sonreí y saqué de la bolsa de mi pantalón el dinero que tenía listo para ella. Se lo entregué. Ella lo contó y lo guardó en su bolsa. La verdad, yo estaba casi a punto de lanzarme sobre ella para besarla y comenzar a desvestirla, pero Anel me dijo: “¿Qué te parece si nos damos un baño? Tengo mucho calor”. Yo le respondí: “Bueno”. De inmediato se desabotonó y quitó el blusón, dejando al descubierto su top de licra de color blanco. Enseguida se quitó sus sandalias y comenzó a bajarse el ajustado pantalón, también de licra. Debajo llevaba una tanga de color rosa claro, que se transparentaba ligeramente. Después, se quitó el top y me permitió ver lo que llevaba debajo: un sostén, del mismo color que la tanga, pero que dejaba al descubierto sus senos, haciendo que resaltaran más todavía. Me quedé fascinado con la prenda. Ese tipo de sostenes sólo los había visto en los escaparates de las tiendas de lencería, pero ninguna de mis parejas había usado uno. Yo me quedé paralizado viendo sus redondos pechos, enmarcados por la prenda en cuestión.
Anel, al ver el efecto que había ocasionado en mí, dijo: “Te prometí traer un coordinado que creía que te iba a gustar ¿Qué te parece?” Y llevándose el índice de la mano derecha hacía el pequeño triángulo rosa que cubría su sexo, me dijo: “Ésta es la tanga que llevaba el día que nos volvimos a ver. Me pareció una buena idea ponérmela para nuestro encuentro y que la pudieras conocer. Ese día hubiera querido enseñártela, pero en la calle, con tanta gente, no había modo” y se sonrió.
Dio unos pasos y se acercó a mí. Cuando estuvo a unos centímetros de mi cara me dijo: “Vamos a darnos un baño, anda, desvístete, quiero ver eso que tienes para mí”, mientras tocaba con su mano mi miembro, que ya estaba casi erecto y que acabó de endurecerse en cuanto ella lo rozó. Al notar mi reacción se sonrió y me dijo: “Ya te pusiste cachondo. Vamos a la regadera, para que te relajes un poco, porque quiero que me aguantes un buen rato, acuérdate que ando caliente desde hace varios días. Hoy por la mañana me masturbé, pensando en nuestro encuentro”. Caminó hacia la puerta del baño y se detuvo antes de cruzarla. Giró para quedar frente a mí y se llevó las manos a la espalda. Se desabrochó su brasier, poniéndolo encima de una cómoda cercana. Después, se quitó su tanga, mostrándome su sexo totalmente depilado, y ya desnuda me dijo: “Acá te espero” y entró al baño.
Yo me apresuré a quitarme toda la ropa y también entré al cuarto de baño. Anel se encontraba ya bajo la regadera, ajustando temperatura del agua. Me acerqué y tomé el jabón para tallar su cuerpo. Ella se dejó enjabonar con suavidad la espalda. Después acaricié sus redondas nalgas y seguí por la parte posterior de sus piernas. Llegué a sus pies y me levanté. Comencé a enjabonar sus hombros y seguí con sus pechos, que acaricié suavemente. La sensación que daban el agua y jabón a las caricias era muy distinta a la de la piel seca. Mis manos recorrían su cuerpo con facilidad. Acaricié sus piernas por enfrente, hasta llegar a su sexo. Ella me detuvo. Me quitó el jabón y dijo: “Ya, porque si no, vas a hacer que me ponga a gritar. Mejor espérate a que salgamos”.
Volvió a tomar mí pene y lo acarició: “Ya tenía ganas de verlo. Hace tiempo que no me toca uno así, como el tuyo, de buen tamaño”. Yo pensé que me quería halagar y le dije: “Pues estoy dentro del promedio”. Anel me explicó: “Lo que pasa es que estás chaparrito y delgado, por eso engañas. Cuando te conocí, pensé: ‘Éste la tiene así’ (mientras con sus dedos índice y pulgar hacía la seña de algo pequeño) y la verdad, me diste una sorpresa. Casi todos los amantes me han tocado de tamaño pequeño. Pero contigo, la cosa cambia…” y comenzó a acariciarlo, con lo que nuevamente se me puso erecto. Después de algunas caricias me dijo: “¿Vamos a la cama? Ya tengo ganas de jugar un rato”. Terminamos de bañarnos y nos secamos. Salimos envueltos con una toalla cada quién y nos recostamos en la cama.
Yo le dije a Anel que si no se volvía a poner su coordinado, pues me había gustado mucho cómo se veía con él, pero ella me respondió: “Para lo que vamos a hacer no es necesario. Además, a mí me gusta más estar desnuda”. Enseguida levantó, se quitó la toalla y la dejó sobre el buró situado al lado de a cama. Yo pude contemplar su cuerpo totalmente desnudo. Admiré sus pechos redondos y firmes, con sus pezones ligeramente parados, con las aureolas oscuras y de regular tamaño. Su vientre, ligeramente abultado, su sexo, totalmente depilado, con los labios algo más oscuros. Sus piernas se veían bien torneadas. Mientras la contemplaba, Anel me dijo: “Cuando me quedo sola en mi casa, me gusta quitarme toda la ropa y sólo me pongo una bata. Así me siento más cómoda”. Después me miró con una sonrisa que sugería lo que ya deseaba hacer y me preguntó: “¿Empezamos? Acuérdate que desde hace tiempo tengo ganas…”, mientras se acariciaba suavemente su sexo.
La tomé de la mano y la atraje a la cama. Ella se recostó junto a mí. Comencé a recorrer su cuerpo de los pies a la cabeza. Primero toqué con suavidad las puntas de los dedos de sus pies y subí mis manos por sus piernas, haciendo pequeños círculos. Llegué a la zona de su sexo y lo rocé con mucha suavidad. Anel reaccionó con un gemido: “Mmmmh, qué bien se siente. Acaríciame las bubis, eso me encanta…”. Yo seguí acariciando su vientre, el estómago y el torso, hasta llegar a sus senos, a los que les dediqué varios minutos de caricias. Empecé por acariciarlos desde la base, los tomé con las manos y los masajeé suavemente y fui subiendo a los pezones, que acaricié sólo con las puntas de los dedos. Me pidió que los tomara con los dedos y los apretara ligeramente. En cuanto lo hice, ella dijo: “Así, apriétalos, suavecito ¡Mmmmh, que rico se siente! ¡Aaah! Bésame”. Yo le di un beso y ella correspondió con mucha intensidad. Comencé a recorrer su cuello con besos. Llegué hasta sus hombros. Después, pasé mi lengua por sus senos y sus pezones.
Conforme ella sentía estas caricias, daba cada vez más muestras de excitación. Emitía gemidos, suspiros y monosílabos , mientras con sus manos sostenía mi cabeza cerca de su pecho. Llevé mi mano derecha hacia su sexo y comencé a acariciar su vulva suavemente. Ella aumentó la frecuencia de sus gemidos. Con mi dedo índice separé ligeramente sus labios vaginales y comencé a masajear suavemente la zona de su clítoris y Anel reaccionó con más intensidad todavía. Soltó mi cabeza y apoyó sus manos sobre la cama, mientras decía: “¡Ay, qué rico, aaah! Sigue tocándome, me estás poniendo bien caliente”. Y efectivamente, Anel ya estaba totalmente mojadita. Yo sentí que era el momento de cogérmela, pero quise darle unos minutos más de caricias, para ponerla más cachonda todavía. Seguí acariciando su sexo y después volví a recorrer su cuerpo de arriba abajo. Después de unos minutos de caricias, Anel me dijo: “Ya métemela, ya me pusiste bien caliente, no me hagas esperar más”.
Yo tomé un condón de encima del buró y Anel me lo pidió. Se lo entregué. Me pidió que me acostara, sacó el condón con cuidado, lo acomodó en la punta de mi pene y lo sostuvo con los dedos, mientras acercaba su cara. Enseguida, me lo puso con su boca, metiéndose mi miembro hasta adentro. Después comenzó a hacerme un delicioso sexo oral. Mientras se metía y sacaba mi miembro, le hacia caricias con su lengua. Al tiempo que su boca me hacía esas caricias, con su mano derecha comenzó a acariciar muy suavemente mis testículos. La sensación placentera fue tan grande, que tuve que prevenirla: “Bájale un poquito, si no, vas a hacer que me venga luego, luego”. Anel me dijo: “¡Ah, no, primero me das una buena cogida! ¡Me tienes que cumplir!”. Se detuvo y se acomodó encima de mí. Yo la penetré y ella comenzó a subir y bajar sus caderas. Mientras se movía, me decía: “¿Cómo vas, te está gustando?”.
Anel apretaba muy rico y mi miembro sentía calor y una ligera presión. Gracias a las habilidades de mi amiga, el placer era muy intenso. Después de unos minutos le tuve que decir que sentía que ya no tardaría mucho en venirme. Ella se detuvo y me dijo: “Vamos a cambiar de posición”. Se levantó y se puso en la orilla de la cama en cuatro patas, para que me la cogiera de a “perrito”. Yo me acerqué a ella y la penetré. En cuanto entré en ella, se inclinó y flexionó sus brazos, para apoyar su cabeza sobre ellos. Yo empecé a entrar y salir. Cuando comencé a moverme, Anel inició con sus gemidos, ahora más intensos. Escucharla me producía un gran placer. Era muy excitante oír cómo lo estaba disfrutando. Durante varios minutos estuvimos así, hasta que nuevamente sentí que no tardaría en venirme. Le avisé a Anel y ella me dijo: “Espérate tantito, todavía quiero algo más”. “¿Qué cosa”, le pregunté. Ella me dijo: “Tengo muchas ganas de que me des por el culo, me gusta mucho”.
Yo nunca le había hecho sexo anal a ninguna de mis parejas, así que preferí advertírselo, pues sabía que era algo de más cuidado. Ella me dijo: “No te preocupes, yo te voy diciendo cómo”. Se levantó y tomó su bolsa, de donde sacó un tubo de lubricante. Yo le dije: “Venías preparada ¿Verdad?”. Ella se sonrió y dijo: “Pues claro, no quería quedarme con las ganas de esto”. Se aseguró de que el preservativo estuviera bien puesto. Puso un poco de gel en la punta de mi miembro y volvió a ponerse sobre la cama en cuatro patas. Me dijo: “Estoy lista, ve acercándote y yo te digo qué hacer”. Me puse detrás de ella, apunté mi verga a su ano. Ella la tomó para dirigirla al lugar adecuado. Fue dirigiéndome hacia su hoyito, mientras me decía: “Entra un poco, sólo mete la punta, muy despacio”. En cuanto entré, ella hizo un gemido. Después me dijo: “Ahora, dame una nalgada y al mismo tiempo, tratas de meterla un poco más”. Yo la obedecí y en cuanto le di la palmada a su delicioso trasero, empujé hasta el fondo. Anel dio un gritito de placer y después volvió a inclinar su cuerpo sobre la cama y acomodó su cabeza sobre sus brazos. Esperé unos segundos sin moverme, para darle tiempo a su ano para que se adaptara. Me dijo: “Muévete despacio, por favor”.
Comencé a moverme y ella empezó a gemir con más intensidad. Parecía que la estaba lastimando, así que le pregunté si estaba bien. Me respondió que sí, que solo necesitaba que me moviera un poco más, para que su ano se adaptara. Me seguí moviendo despacio. Anel seguía con sus gemidos y después me dijo: “Ya puedes moverte más rápido”. La tomé de sus caderas y comencé a bombear su culito, que apretaba delicioso. Ella empezó a gritar. Tomó una de las almohadas de la cama y se la puso bajo la cara, para ahogar un poco el ruido. Anel no articulaba palabras, sólo emitía gemidos y gritos, mientras se iba agitando más: “Aaaah, mmmmmh, ah, ah, ah, ah, mmmmmh”. Yo también estaba excitándome cada vez más. Llegó el momento en que ya no pude contenerme. Le dije: “Ya no aguanto” y me vine. Anel emitió un par de gemidos más y dijo: “Aaaah, sí, así, mmmmmh” y se relajó. Después me salí, me quité el condón y lo arrojé al bote de basura que había en la habitación. Anel se acostó sobre la cama, boca abajo.
Mientras, Anel permanecía recostada. Yo volteé a verla. La vi totalmente relajada.Se veía preciosa, con su cuerpo desnudo y su cabello revuelto. Le dije que si quería darse otro baño. Ella me dijo: “Ahorita te alcanzo”. Yo tomé mi toalla, me metí al baño y abrí la llave de la regadera. Cuando estaba por terminar, entró Anel, totalmente desnuda. Me dio un beso y acarició mi miembro, ya relajado. Me dijo: “Gracias, estuvo muy bien”. “Qué bueno que te gustó”, le respondí. “A ver cuando lo repetimos”, me sugirió. Yo me animé y le dije. Si me esperas un poco, puedo apartarte algo de dinero para la próxima semana, pero tenme paciencia, porque si no, me vas a llevar a la quiebra. Ella se sonrió y me dijo: “La próxima vez, nada más pones lo del hotel, no te voy a cobrar”.
Salimos del baño y comenzamos a vestirnos. Mientras lo hacíamos, platicamos un poco sobre nuestra próxima cita. Quedamos de vernos dentro de dos semanas. Cuando salimos del hotel, acompañé a Anel a que tomara el autobús que la llevaba a su casa. Cuando éste llegó, nos despedimos con un beso en la mejilla, ella lo abordó y yo tomé camino a mi casa, muy satisfecho del rencuentro con mi querida amiga, a la que todavía volví a ver una vez más, antes de que las circunstancias nos separaran definitivamente. Pero esa historia se las contaré en otra ocasión.
Espero que mi relato les haya gustado. Se agradecen sus comentarios, pues me ayudan mucho para mejorar mis colaboraciones. Espero compartir pronto otra de mis historias.
 

atylaxpz

Bovino maduro
Registrado
6 Ago 2010
Mensajes
198
muy buena refinaste la tecnica y resulto mejor de lo que esperabas ,
 

jabali

Bovino maduro
Registrado
31 May 2007
Mensajes
213
hola

muy buen relato, los reencuentros son los mejores, esperamos el siguiente
 
Arriba Pie