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Sussy la niña mala (Susy, una ama de casa muy dulce 4)

gerar10

Bovino adicto
Registrado
26 Mar 2008
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551
Carlos llegó en punto de las 7 y media de la noche. Susy –su mujer-la esperaba con una sonrisa y una alegría franca, producto de haber gozado, intensamente, esas dos vergas que por la mañana la habían poseído. Era jueves y el fin de semana llegó pronto. Como acostumbraban el domingo por la mañana salieron a desayunar a un pueblo cercano. El aire campirano revivía a Carlos y a ella le agradaba ir a esos espacios donde los hombres rudos no tenían reparo en observar sus nalgas, que como siempre, se apretujaban en sus pantalones de mezclilla. Esa mañana decidió usar una blusa corta de tal suerte que su delgada y fina cintura se podía apreciar con detalle. Sin gramo de grasa y sí dándole una figura deseable, antojable, encamable y cogible, a cada paso que daba por el zócalo de aquel tranquilo pueblo más de una docena de ojos se posaban en toda su figura, llenando a todos de deseos insanos, calientes pero llenos de placer. Estaba segura que más de uno en la noche al coger con su mujer estaría pensando en ella. Y que decir de aquellos jóvenes y adolescentes, quienes seguramente no llegarían a su casa sin antes haber pensando en ella mientras se acariciaban sus duras y venosas vergas al tiempo que lanzaban en chorros potentes su simiente sólo de acordarse de esa hermosa y cogible señora.

La tarde del domingo frecuentemente lo usaban para descansar en el patio trasero. Si bien esta casa no tenía la amplitud de la casa del viejo Margarito, si era lo suficiente para ellos dos y la beba. Colindaba con dos casas a los lados. Atrás de su casa, no había nada. Casas deshabitadas solamente. La del lado izquierdo deshabitada y separada por una barda pequeña, de alrededor de unos 80 centímetros de altura. Sabían de oídas del dueño pero no lo habían conocido. La otra casa habitada por un profesor que nunca estaba, se iba muy temprano y regresaba después de las 8 de la noche. Afortunadamente, pensaba Susy, la casa de al lado está deshabitada, pues la pequeña barda permitía ver hacia el patio de esta, y aunque ella no era inhibida, siempre la privacidad le daba más comodidad.

Todo parecía transcurrir en la más completa normalidad de cualquier tarde de domingo. Sentados ambos, Carlos y Susy, tomando cada uno una bebida refrescante y retomando fuerzas para iniciar la siguiente semana. De repente cerca de las 7 de la noche oyeron ruidos en la casa de lado. Voces de hombres, una como dando indicaciones, la otra respondía casi con monosílabos.

Buenas noches vecino, dijo una voz masculina del otro de la pequeña barda.

Buenas noches, respondió Carlos, siguiendo de la misma pero apenas audible respuesta por parte de Susy.

El otro muchacho, por que eso era, acaso rondaba en los 25 o 27 años, también saludó con mucho gusto al ver a la guapa y hermosa señora que, sentada en la silla, con la seguridad que nadie la vería, solo tenía puesta un ligero vestido que al sentarse se subía y más con las piernas cruzadas, como en ese momento se encontraba Susy. No era precisamente que se sintiera incómoda al notar los cuatro ojos que se posaban en sus piernas para luego recorrerla completamente por todo su cuerpo, deteniéndose en cada parte de su exquisita anatomía; estaba acostumbrada a ello. Desde los pelafustanes que le decían muchas cosas vulgares y más que descriptivas y que ella sentía como lenguas que la rodeaban por sus partes más escondidas, generando con ello un calorcito típico de la excitación, hasta aquellos amigos de su marido que no perdían la oportunidad para manifestarle sus más sucios deseos de llevársela a la cama, pasando por supuesto, por aquellas "amigas" que sin disimulo alguno la tachaban de "puta" diciendo cosas con sus venenosas lenguas. Afortunadamente a la mayoría de estas no las veía muy seguido. No era que se incomodara, simplemente que ahí estaba su marido. Se puso se pie, y disculpándose con los presentes, se metió a la casa por la puerta trasera de la cocina, siguiéndola, obviamente, las miradas de los recién llegados, cuyos ojos parecían bambolear detrás del andar de Susy, quien sin exagerar contoneaba sus caderas en un precioso y suculento caminar.

Un rato después entró Carlos, "el vecino va a hacer unos arreglos a su casa, mañana empezarán y me pidió que le ayudáramos con el agua, ya que todavía no tiene, yo le dije que sí, así es que mañana te estarán pidiendo agua" dijo su marido a Susy sin esperar respuesta de ella y dándoselo más como una instrucción que como una petición. Susy hizo un mohín de disgusto, no le parecía simplemente que otra persona trastocara sus planes, además que con la presencia de albañiles trabajando en la casa de al lado mucha de su intimidad se veía amenazada. Sin embargo como buena esposa que era no dijo nada y cambió el tema de conversación.

La mañana siguiente fue un día normal para Susy. Sólo recordó el tema del agua cuando al volver del gym, una vez dejado a su nena en el kínder, vio en la acera de la casa de al lado sentados a dos jóvenes uno más chico que el otro. Por supuesto que en un principio se extraño pensando en quiénes podrían ser, y hasta su mente cochambrosa y caliente se imagino que quizá "el chino" le había contado a sus amigos lo que apenas unos días antes habían disfrutado. Cuando cayó en la cuenta de quiénes eran se sintió algo apenada. No había recordado que tenía que darles agua, tampoco su marido se lo había recordado.

Mil disculpas joven, dijo dirigiéndose al muchacho que una noche antes había visto, de verdad se me olvidó lo que mi marido y el dueño de la casa acordaron, y como tengo que llevar a mi beba al kínder y luego paso al gimnasio se me hizo tarde, aclaró como queriendo dejar en claro que no era por que no quisiera, simplemente sus ocupaciones no repararon en el acuerdo anterior.

No se preocupe señora, dijo el muchacho, la verdad es que la entiendo, al contrario discúlpenos por causar estas molestias, afirmó sin que sus ojos dejaran de recorrer el cuerpo de doña Susy, pero ahora iniciando por sus ojos, pasando por sus labios, deteniéndose un rato en sus pechos, rodear su cintura, jugar en sus caderas para entretenerse en su entrepierna durante unos instantes. Cosa que no pasó desapercibida por Susy, quien envuelta en unos pantalones deportivos ajustados y una playera tipo "ombliguera" sintió nuevamente ese calorcito que la recorría por todos los poros de su piel.

Ya con un poco más de confianza le dijo "se hubiera brincado la barda, al fin y al cabo que no está alta", y haciendo una pausa cómo quien no recuerda un nombre, se quedó con los ojos fijos en los labios del chico. "Raúl" dijo el muchacho, extendiendo la mano derecha para saludarla sin dejar de mirar sus ojos y en un brinco posarse en ambos senos como acariciándolos. Susy, dijo ella, correspondiendo al saludo y extendiendo la mano también le sostuvo la mirada, pero sin dejar de sentir un cosquilleo en su cuerpo observó detalladamente los labios del joven cuando al abrirse y cerrarse el joven dijo "mucho gusto doña Susy, encantado de conocerla", Susy observó el movimiento de su lengua que como presa de espasmos se movió lentamente entre los blancos dientes de Raúl causando con ello que doña Susy deseara que así se moviera, como con vida propia, en los labios íntimos y ardientes de su depilada vagina, para luego hurgar lo más hondo y profundo que pudiese.

Los días pasaron esa mañana especialmente Susy había amanecido con un calor más intenso y un cosquilleo más fuerte en su cuerpo. Ya era casi una semana que había estado con "el chino" y Manuel. De hecho "el chino" había ido esa mañana a verla, y aunque ella lo pasó al interior de su casa, no sucedió nada. Tener a un lado a Raúl trabajando junto con su "chalán" no le daba confianza ni se atrevía a tanto. "El chino" se fue frustrado por haber podido desayunarse a doña Susy y ella se había quedado más que excitada de tenerlo cerca y no haber podido ser gozada y penetrada. Sólo unos cuantos besos y manoseos del "chino". A lo más que se había atrevido fue hincarse, ponerse en hinojos, sacarle la verga al "chino" y mamársela, pero este empezaba a hacer mucho ruido. Detuvo su trabajo y prefirió quedarse con las ganas. Despidió al "chino" y subió a su recámara, esa que unos días antes había sido la protagonista de todas las posiciones que a ella se le hubieran ocurrido. Movió suavemente la cortina. Raúl trabajaba en el techo de la casa aledaña, que por ser de un piso como la mayoría de las casas por ese rumbo, presentaba ciertos problemas de goteras. Raúl traía un pantalón corto para trabajar, en cuclillas realizaba sus labores propias, mientras los ojos de doña Susy recorrían sus brazos musculosos producto de varios años de hacer ese trabajo. Los golpes que Raúl daba en las cadenas de concreto resaltaban su musculatura. Los ojos de la señora lo fueron recorriendo hasta detenerse en la unión de las piernas de Raúl, algo asomaba por un lado de sus pantalones cortos. Era obscuro y redondo, no sabía si estaba viendo bien, se talló los ojos y sin abrir mucho la cortina la detuvo con una silla recargada en la pared. Fue por sus binoculares, enfocó la entrepierna del muchacho. Claramente se dibujaban dos bolas apretadas con sus pantalones cortos y una tercera asomaba sin miramientos hacia el exterior. Era obvio que no debería usar trusa, de otra forma esa enorme bola negra no buscaría sin dificultad la luz del sol. Se dio cuenta cuando pasó su lengua por sus labios, se estaba excitando más. Siguió observando y lo que creyó eran dos bolas apretadas por el pantalón fue tomando forma cuando en un movimiento Raúl se acomodó con una rodilla en el techo y la otra pierna doblada, se notaba largo y grueso, era su verga. Ayudada con los binoculares lo distinguía perfectamente, aún en ese estado de flacidez podía verla grande y gruesa. Recordó cuando una amiga de la universidad le había comentado que su novio por ser bastante moreno la tenía larga y gruesa, "así son los negros", le había dicho su amiga "la tienen grande"; semanas después a ella le tocó constatarlo cuando el novio de su amiga la buscó por una supuesta ruptura con su novia y buscando consejos se acercó a Susy, quien aparte de consejos lo consoló en toda su extensión. Raúl era muy moreno, sin llegar a ser negro, era de piel bastante oscura. Cerró la cortina e intempestivamente se llevó la mano derecha hasta su húmeda y caliente cavidad íntima, se tocó con furia mientras se recargaba en la pared.

Llegó el viernes, y ella estaba más que ardiendo en deseos. Para colmo de males la noche anterior Carlos ni siquiera pudo hacerla suya, simplemente no tuvo erección. Lo achacaba al exceso de trabajo, pero ella sabía que también era producto de la edad. No fue al gimnasio, simplemente su cabeza estaba vuelta una vorágine de deseo. No podía pensar en otra cosa que no fuera mil imágenes de ella siendo furiosa y ardientemente poseída. Él no tenía rostro, simplemente se imaginaba con las piernas abiertas y siendo penetrada por un falo ardiente, en muchas posiciones. Se sentó en el patio trasero. Raúl llegó en punto de las 8 y media, se extraño el ver a doña Susy pero no quiso preguntar al respecto. Todas las mañanas Raúl se brincaba la barda para abrir la llave del agua que se encontraba en el patio trasero por supuesto ese día fue la excepción, doña Susy abrió la llave del agua al tiempo que le decía "usted me dice cuando le cierre, pero si más tarde quiere agua puede saltarse eh?"; "sí señora, muchas gracias" respondió Raúl. "Pero le dije saltarse eh –recalcó- no echarse un brinquito" al tiempo que dejaba escapar una risa entre maliciosa e insinuante. Raúl también sonrió pero no dijo nada. Pasaron unas horas y Susy regresó al patio trasero.

Se desapareció señora, le dijo Raúl.

Sí, respondió ella, me metí a bañar, hoy especialmente siento mucho calor, dijo poniendo el acento especial en la palabra calor, y alargando las sílabas como indicando que no se refería al calor del ambiente sino a su calor interno.

Este condenado chamaco ya no vino –señaló Raúl- ya son las 10 y media y no ha llegado, y la verdad solo no voy a poder ya que como estoy trabajando arriba él me tiene que ayudar, de otra forma tendré que estar bajando y subiendo y eso me quita mucho tiempo.

¿y qué piensa hacer? Preguntó Susy.

Yo creo que lo voy a ir a traer a su casa, mañana es sábado y seguramente el patrón para pagarnos querrá ver el avance.

Pues sí, dijo doña Susy, creo que no le queda de otra.

Raúl no dijo más, se desapareció en el interior de la casa y cuando regresó ya venía cambiado. Pantalón de mezclilla, camisa manga corta a cuadros y calzando unas botas negras y puntiagudas. Susy no dejó de observar dos cosas: sus brazos y el dibujo de su verga bajo sus pantalones. Se imaginó rodeada de sus brazos fuertes y jóvenes, y poseída por aquella verga que aún bajo el pantalón prometía buen tamaño. Sugerentemente se pasó la lengua por sus labios como quien tiene un antojo y no puede hacerlo suyo. "Jijo de la chin…" escuchó de repente del otro lado de la casa. Volteó para ver que había pasado y sólo alcanzó a ver una nube de polvo blanca que rodeaba el patio trasero de la casa aledaña. Casi escupiendo salió de entre la nube Raúl, sacudiéndose todo el cuerpo. ¿Qué le pasó? –le preguntó doña Susy-. Raúl moviendo la cabeza de un lado a otro como no dando crédito a lo que le había sucedido, dijo, "quería meter el bulto de calhidra a un lugar donde no pudiera mojarse pero no me di cuenta que estaba roto, y cuando lo levanté se rompió por completo… que pen…" afirmó sin concluir la frase. Una risilla ahogada se asomó de los labios de Susy, quien sin perder oportunidad, le dijo "véngase, pásese para acá, no se puede ir así; mire métase a bañar en lo que yo le lavo la ropa, en un ratito ya estará seca su ropa… así no puede irse, mire cómo está... quedó todo blanco" concluyó, sin dejar de reírse ya un poco más descarada. Raúl no se hizo del rogar, ella tenía razón. Así no se podía ir, vivía retirado y la cal que le había caído en el cuerpo pronto empezaría a darle comezón. Saltó la pequeña barda todavía visiblemente molesto pero agradecido por el gesto de la señora Susy. "Pase al baño, está en la planta alta, deje su ropa afuera ahorita la tomo y le paso una toalla, y ya no se enoje", dijo doña Susy todavía ahogando su risa burlona. No se atrevía a reírse más fuerte por temor a que Raúl se molestara más de lo que ya se veía. "no traigo nadamás que ponerme" –dijo Raúl mientras ascendía por las escaleras- "y la ropa de trabajo está muy sucia" –remató-. "En un momento le paso algo" dijo doña Susy, "algo debo tener para usted, algo que le siente bien" sentenció como con doble sentido, al tiempo que recalcó "nomás no cierre el baño por dentro para que le pase la toalla". "Está bien" casi gritó Raúl, quien ya desaparecía por las escaleras.

Susy levantó la ropa de Raúl y se dispuso a lavarla constatando con ello que no usaba ropa interior. Un grito de Raúl pidiendo una toalla para secarse la sacó de sus cavilaciones y pensamientos lujuriosos y calenturientos. Ahí lo tenía, a su entera merced. Solos ella y él. Ella muy dispuesta y caliente, él, estaba segura no se haría del rogar. Subió con la toalla en mano. Raúl asomaba la cara y medio torso. "No hallé su trusa", le dijo Susy, quien solo quería confirmar lo que ya sabía. "No uso" dijo él, medio apenado y un poco de color subió por su rostro. "Ah!, está bien" dijo doña Susy, "déjeme le traigo algo para que se ponga". Regresó con un short de ella, color rosa y con algunas flores como estampado.

Póngase esto –dijo la señora- por que la ropa de mi marido no le va a quedar, él está algo pasado de peso.

Jajajaja, no me diga señora, que chulo me voy a ver con eso, rosita y lleno de florecitas… jajajaja.

Pero nadie lo va a ver, sólo estamos usted y yo. Ande no sea penoso y póngaselo, o qué –dijo ella- no me diga que prefiere andar desnudo? Pregunto más que como una duda, lo hizo como una sugerencia.

Jajajaja, rió Raúl, no, no, para nada, pero… está bien, deje me lo pongo y verá que chulo me veo.

Raúl, cerró la puerta y volvió a abrirla sólo para mostrarle a doña Susy que su short no le quedaba bien. Sumamente ajustado cada parte de su intimidad se dibujaba en tres dimensiones ante los ojos de doña Susy. No reparó en observar como la verga semierecta de Raúl se dibujaba trazo a trazo, palmo a palmo, apuntando hacia arriba y la derecha de ella, dibujando así mismo el par de huevos redondos y grandes por debajo de aquel falo que amenazaba con crecer y salirse de su apretado encierro. Los ojos de la señora Susy fueron subiendo para descubrir unos abdominales muy marcados, fuertes y juveniles. Cierto, el "chino" y Manuel eran más jóvenes que Raúl pero sus cuerpos aún no se desarrollaban tanto. Raúl producto de su trabajo, y quizá de ejercicio también, tenía un cuerpo que sin llegar a ser descomunal se veía muy "marcado". Subió más su mirada y los pectorales formados y firmes hacían juego con sus fuertes y musculosos brazos. Unas ganas inmensas se apoderaron de ella para abrazarlo y acariciar cada parte de ese hermoso cuerpo que tenía delante suyo. Se contuvo, pero su respiración empezó a agitarse tanto que hasta el habla parecía faltarle. "yo creo que me lo voy a quitar" dijo Raúl, rompiendo con ello los sucios y cachondos pensamientos de Susy, "me aprietan demasiado". "¿Le aprietan mucho?" preguntó doña Susy. "sí" afirmó Raúl. Entonces "quitémoselos" dijo Susy, al tiempo que tomaba los dos lados de su short para con un movimiento rápido y violento bajárselos a Raúl.
 
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