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Sussy la niña mala! parte 2 continuando con el relato de carlitoxdj

gerar10

Bovino adicto
Registrado
26 Mar 2008
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551
ya que carlitoxdj nos hizo esperar demasiado a qui les traigo la segunda parte de este rtelato

Nunca antes un fin de semana le había parecido tan largo al viejo de Margarito, desde la separación de su esposa -hacía ya 5 años- ciertamente los fines de semana se pasaban lentos pero nunca había sentido el peso de las horas, minutos y segundos como una enorme losa que parecía le aprisionaba de manera asfixiante todo su cuerpo. Quería que ya fuera lunes para ver a Susy, es más quería llamarla para saber de ella. No se atrevía. Carlos, el marido de Susy, con seguridad no tomaría a bien que entre él y su mujer hubiera alguna conversación más allá de lo estrictamente necesario como sus inquilinos. Sencillamente sabía que no podía llamarla.
Casi a las 7 de la noche de ese eterno domingo, el sonido de su celular, inconfundible para él, le indicaba que estaba recibiendo un mensaje. Las primeras palabras que fue leyendo fueron como balde de agua fría, "disculpe don margarito mañana se me complica recibirlo a desayunar..." pues como siempre, su mente fue construyendo el resto del mensaje cuando aún no lo terminaba de leer, y pensando, se imagino que Susy no deseaba verlo más, que sólo había sido una estrategia de ella para librarse de él. Sentándose en el viejo sillón marrón de su departamento y subiendo los pies en el viejo taburete de color verde brillante, que para nada hacía juego con su sillón favorito, terminó de leer el mensaje, volviéndole el alma al cuerpo: "... pero lo espero el jueves, le parece... puede?" terminaba el mensaje. Apurando a sus dedos, comenzó a teclear rápidamente la respuesta para Susy, pero a la mitad del mismo borró intempestivamente todo lo escrito y colocó el celular en el descansabrazos de su sillón. No había duda, Susy lo ponía más que nervioso, lo volvía inseguro cual adolescente, pareciera que la tuviera enfrente pues su pulso se aceleraba, y sus dedos temblaban. Susy ejercía en él una magnífica combinación de deseo desenfrenado y nerviosismo intenso. Quiso justificarse a sí mismo e inventó, todo dentro de su cabeza, que no quería causarle un problema, si su marido los viera "mensajearse", seguramente podría molestarse. Al final de unos segundos la lógica se impuso, si Susy le enviaba un mensaje era seguro que ella podría recibir también uno, y que seguramente Carlos, no estaría por ahí, al menos no tan cerca. Tomó el celular y fue tecleando la respuesta: "Por supuesto doña Susy, la veo el jueves. Todo bien? Está usted bien?", buscando en su pregunta que Susy al responderle le indicara el motivo por el que había pospuesto la cita. No hubo tal aclaración, sólo recibió la respuesta simple... clara, como parecía ser ella misma: "todo bien don margarito, luego le explico. Bye" Nuevamente le respondió para despedirse. La espera se tenía que alargar, esa noche tendría que consolarse solo, imaginando nuevamente que la belleza de Susy en su cama lo hacía perderse en el vértigo de la pasión y el deseo.
Cerca de las 5 de la tarde del día lunes, recibió la llamada de Susy, él hubiera deseado hablar con ella desde temprano, pero no deseaba parecer demasiado insistente, no quería echarlo a perder por su imprudencia resultado de su intenso deseo. La orden de Susy, por que en realidad fue eso, era que lo esperaba para comer el día jueves, a la una y media en su casa, claro que Susy, al final siempre le decía, "...bueno en realidad es su casa don Margarito..."
Pero como dice el dicho "no hay fecha que no llegue ni plazo que no se venza", finalmente llegó el jueves. Desde muy temprano, Margarito inició sus preparativos. Muy temprano se fue a la vinatería y compró tres botellas de vino tinto, su favorito. Poco antes de salir, y aún con la indecisión en su cabeza, rasgó el sobre que contenía la mezcla de tallos y hierbas, vertiéndolas en medio vaso de jugo de manzana, el cual era su preferido. Había optado por él, ya que a sus 56 años pensaba que Susy, con veinte años menos que él, tendría más energía y ganas, y que no podía fallarle. Por supuesto que todo esto era creado en su cabeza, ¿pero qué mujer casada invitaba a un hombre a su casa, y estando sólo con él pensar que no podía pasar algo? Si bien era cierto que Susy no le había insinuado nada, tampoco eran niños, y por lo tanto debería estar a la altura. La duda que tenía era si tomar este té o bien alguna pastilla que aseguraba 36 horas de efecto, mientras que esta mezcla de hierbas y tallos, tradicionalmente china según la misma caja, sólo ofrecía entre 10 y 12 horas. Sin embargo, optó por él ya que en la experiencia le mostraba que era efectivo. Además aunque el viejo se consideraba un hombre sano, las pastillas siempre decían que primero consultara a su médico, no quiso arriesgarse y bebió de un sorbo la mezcla de hierbas y tallos ya disueltas en el jugo de manzana.
A la una y media en punto, y después de dejar su auto a dos cuadras de distancia que fue otra de las órdenes que Susy le dio, Margarito estaba enfrente de la casa marcada con el número 107, de esa calle siempre tan solitaria, donde no se veía, por espacio de horas, "ningún alma"... Posó suavemente su dedo índice en el timbre de la casa, imaginando que era el botón de la intimidad de la dulce Susy, lo acarició lentamente por unos instantes, finalmente lo oprimió y este dejó escuchar su melodía a lo lejos, que a Margarito le pareció un gemido gutural emanado de los hermosos y sensuales labios de Susy mientras sus dedos profanaban ese rincón maravilloso que seguramente Carlos, el marido de ella, disfrutaba muy seguido, y una mezcla de excitación y celos recorrieron su cuerpo desde los pies hasta su cabeza. Apareció pronto ella, vestida infartante... un pantalón deslavado de mezclilla, enfundada en él Susy, parecía una sola piel con la tela del pantalón que apretando palmo a palmo la piel de sus extremidades inferiores dibujaba fielmente las sinuosas formas de sus pantorrillas, muslos y caderas. La respiración del viejo Margarito se hizo tan evidente que denotaba su excitación, y a él mismo le pareció que el latir de su corazón se escuchaba fuertemente y aún más por ser esa calle tan silenciosa, pensó que Susy llegó a escucharlo. Con su andar cadencioso, las zapatillas blancas tocaban el suelo haciendo que las caderas de Susy fueran de un lado a otro. Susy se fue acercando a la puerta, mientras los ojos de don Margarito fueron recorriendo hacia arriba esa figura más que apetecible. Apretándola por todos lados, el pantalón dibujaba perfectamente los labios inferiores de doña Susy, uno un poco más hinchado que el otro. Una pequeña abertura entre las piernas dejaban ver con perfecta claridad la intimidad de la señora. Con el pantalón a la cadera, y con sólo aproximadamente unos 10 centímetros entre la gloria de Susy y su cintura, claramente los ojos del viejo acariciaron los finos vellos púbicos que apenas asomaban, entre discretos y sensuales, por arriba del pantalón y subían lentos hasta llegar a su ombligo y perderse en él, ocultando de manera celosa un poco de la piel deseable... apetecible... mordisqueable, y al mismo tiempo parecían indicar el camino que conducía al cielo. Para Susy nada de esto pasó desapercibido, todo lo contrario, contoneó aún más su andar y observando cómo los ojos del viejo prácticamente devoraban cada milímetro de su cuerpo, también sintió un cosquilleo en su estómago. No lo sabía por qué, pero había algo en el viejo que le llamaba la atención. Hubiese deseado que la noche anterior, Carlos, su marido, consumiera el fuego que abrasaba su cuerpo, sin embargo puso muchos pretextos, dejándola, como siempre ocurría, con el deseo encendido a flor de piel y en cada una de sus células explotaba la ardiente pasión encendiendo en ella, intensamente, el deseo de sentirse deseada, amada... febrilmente poseída. Se había dicho a sí misma, que si Carlos la hubiese amado la noche anterior, nada de esto pasaría, aunque bien sabía que aún cuando Carlos hubiera entrado en su intimidad y la hubiera amado a su modo, tal vez la misma película la estuviera viviendo. Desde sus catorce años Susy descubrió la gloria del sexo, y después de su primera decepción se juró a sí misma jamás mezclar el amor con el deseo, sin embargo ella misma se daba cuenta que en muchas ocasiones caía presa de sus propios juegos. Había prometido no casarse, sólo usar a los hombres cada vez que quisiera y con quien ella quisiera, pero Carlos con su ternura y cariño la había convencido. Sólo tenía 6 años de casada, y aunque había prometido ser fiel, sólo durante el primer año lo había podido cumplir. Ahora deseosa, se encontraba, en su propia casa, con el viejo de Margarito, no entendía por qué. Sólo sentía el deseo subir y bajar por cada rincón de su cuerpo, y revolotear más que mil mariposas por su estómago. Ella conocía muy bien ese deseo. La blusa blanca que Susy había elegido para ese día tenía apenas cuatro botones al frente, empezaban a cerrarse arriba del ombligo y terminaban en el nacimiento de sus pechos. El último botón de la blusa no estaba cerrado permitiendo ver así el nacimiento de aquellos senos que, sugerentes y hermosos, exigían posar la mirada en cada uno de ellos, moviendo los ojos hacia uno y hacia otro, recreándose unos segundos en cada uno de ellos, acariciándolos... tocándolos... besándolos...profanándolos. Unos ligeros tirantes dejaban al descubierto sus hermosos brazos logrando ver en el izquierdo un tatuaje en forma de cruz. Sólo miró, no quiso preguntar más. Las zapatillas blancas que Susy usaba terminaban, de manera deliciosa, el cuadro que el viejo observaba. Levantando un poco más sus hermosas y turgentes nalgas, Susy, se veía hermosa... deseable... demasiado buena... encamable...en una sola palabra: cogible.

Después del saludo cordial y el consabido beso en la mejilla, don Margarito avanzó al interior de la casa. Se quedó extrañado cuando al entrar a la sala no vio a la niña de Susy, él esperaba verla desde un principio jugar y corretear por el patio, pero después pensó que estaría viendo la televisión.

  • - Y su niña, doña Susy? Preguntó.
  • - Ay, don Margarito, ya sabe usted como son las niñas ahora, fue el cumpleaños de una de sus amiguitas del kínder, aunque ya le festejaron en la escuela la mamá le iba a hacer una fiesta con payasos y toda la cosa, y bueno no pude negarme a que fuera. Además como mañana no tienen clase, pues no veo mayor problema. De hecho yo también estaba invitada pero me disculpé. En la tarde voy por ella, terminó Susy, al tiempo que dirigía, hasta ese momento, su mirada hacia la bolsa que don Margarito tenía en su mano derecha, y con un signo de duda en la cara volvió hacia los ojos del viejo para preguntar, ¿y eso?
  • - Perdón doña Susy, no le pregunté nada pero me pareció propio traer unas botellitas de vino para acompañar la comida, pero claro si usted no gusta no hay problema, yo sólo sugiero, dijo soltando una ligera sonrisa entre nerviosa y pícara, no sin antes, en el recorrido que sus ojos hicieron, posar descaradamente su mirada en los senos de ella, esperando ver la reacción de Susy.
  • - Jajaja usted piensa en todo don Margarito, dijo al tiempo que tomaba la bolsa y al sentir el peso de la misma dijo: vaya, pero usted trajo para una fiesta don Margarito, y sólo somos usted y yo. ¡¡3 botellas de vino?? ¿No se le hacen mucho?, usted me quiere ver borracha verdad, dijo Susy al tiempo que las colocaba sobre la mesa y en un ademán por demás sensual, moviendo su cabellera hacia atrás, afirmó lo anterior más como una posibilidad que como algo que no le gustara.
  • - No, dijo el viejo, para nada doña Susy, sólo lo traje para lo que se ofrezca, pero tampoco es necesario que se acabe, afirmó, y no sabiendo si con ello acababa de echar a perder la posibilidad que Susy había abierto.
  • - Está bien don Margarito, ya casi acabo de cocinar le dijo, acompáñeme por acá, en la cocina, para que termine, y en un momento más comemos. Siii???
  • - Me parece bien, ¿gusta le sirva un vaso de vino? Para abrir apetito, dijo el viejo, como queriendo justificar su ofrecimiento.
  • - Está bien, pero sólo un vasito, no acostumbro tomar, y tampoco quiero hacer desfiguros, dijo mientras tomaba el viejo mandil, y llevándoselo por encima de la cabeza y colocándolo en ella, al tiempo que decía, ayúdeme don Margarito, amárreme por favor la cinta, al tiempo que caminaba hacia atrás hasta llegar a donde estaba el viejo sirviendo las copas. Pegando su cuerpo al viejo, anda amárreme, le dijo, tengo que terminar de cocinar para comer.
El viejo, tomó las cintas entre sus manos, y por demás visiblemente nervioso y excitado ante la cercanía de Susy, fue anudando, con dedos y manos temblorosas, al mismo tiempo, que animado por la actitud de ella, acercó su nariz para olfatear cerca del cuello y la oreja derecha de Susy el olor emanado de la piel de dama tan hermosa. Mmmmm -dijo el viejo- que rico huele doña Susy... ¿qué? Preguntó ella, ¿la comida? Al tiempo que soltaba una risita por demás coqueta y sugerente, abriendo al mismo tiempo la posibilidad de un comentario más incisivo y picante, pero también sin caer en la provocación vulgar se alejó poco más de medio metro del viejo. No!, dijo él, cayendo por demás en la cuenta que todo estaba puesto, que era cuestión de tiempo, y sintiendo el efecto de la mezcla de hierbas y tallos tomadas antes, Usted, doña Susy, usted, huele muy rico, afirmó. No había momento para bajar los brazos, y tomando entres sus manos las copas de vino, una en cada una, extendió su mano derecha hacia Susy, diciendo: brindemos por esta ocasión tan especial, por el gusto de estar con usted señora hermosa, acentuando en esta última palabra todo el peso que significaba que Susy fuera casada y prohibida, pero además muy atractiva,... por el gusto de estar con usted... acercándose peligrosamente a ella, Susy retrocedió sólo un paso, para marcar distancia pero también para decirle, con su lenguaje corporal, que tenía que conquistarla, que si bien estaba dispuesta a muchas cosas, él tenía que poner su mejor empeño, que no sería tan fácil, pero tampoco tan difícil, todo era cuestión que el viejo diera los pasos correctos, y empuñando la copa de vino, la alzó a la altura de sus ojos, diciendo, salud!! Don Margarito, y gracias por lo que me dice, es usted un caballero. Bebió brevemente un sorbo y en un movimiento ágil, cadencioso y caliente, dejó la copa en la mesa del comedor, y al hacerlo rozó rápidamente los brazos del viejo con sus desnudos y suaves brazos, haciendo de él su presa, llevándolo, con ese pequeño roce, a un grado mayor de excitación. Lo tocó a propósito, segura de que para Margarito ese gesto no pasaría desapercibido. Bajó los ojos hacia su parte noble, hacia la entrepierna del pantalón de él, el viejo se dio cuenta, era evidente el juego de Susy, Margarito quiso detenerla sujetándola del talle, sólo alcanzó a poner su mano derecha en la cintura de Susy, ella, muy segura de sí misma y en un movimiento sensual tomó su mano entre la suya, sosteniéndola un rato, en tanto que su otra mano y con un pellizco le tocaba la barbilla al viejo, al tiempo que le decía... no sea travieso don Margarito, no sea travieso...

  • - Ahora, dijo, permítame ver si ya está lista la comida, alejándose hacia la cocina con su rítmico andar, contoneando de un lado a otro sus anchas caderas y dejando boquiabierto al viejo que no perdía detalle de cada suave y rico movimiento de todo el cuerpo de Susy.
La comida transcurrió entre comentarios de todo tipo, chuscos, candentes, abiertamente sugerentes... después de 4 copas de vino cada uno, había poco que esconder. Susy se mostraba muy alegre, abierta y feliz de saberse deseada.
El teléfono sonó, era Carlos, su marido, ella se alejó un poco más para charlar con él a gusto, en tanto el viejo se quedó saboreando su copa, y viendo los movimientos sensuales que Susy adoptaba con la mano izquierda en el auricular. De vez en cuando cambiaba de mano el teléfono y hasta en ese movimiento don Margarito veía poses excitantes. La llamada tardó cerca de media hora. Ella de vez en cuando le guiñaba el ojo al viejo y le hacía gestos como para indicarle que no se aburriera, que ella estaba con él aún cuando hablaba con su marido. Dos copas más se sirvieron durante esa conversación. Colgó el teléfono. Don Margarito se acercó a ella con la segunda botella en la mano para servirle una copa más. No, don Margarito, ya no, empiezo a sentirme algo mareada, y todavía tengo que ir por mi niña, dijo Susy al tiempo que colocaba la mano derecha extendida, en un ademán de tapar la copa para indicar que no deseaba beber más. Pero Margarito no deseaba perder terreno, todo ese tiempo que ella estuvo hablando había enfriado lo que creía ganado durante la comida.

  • - Vamos, doña Susy, no me va a dejar así, verdad? Tómese la última, ande. Insistió el viejo.
  • - ¿Cómo así? Dijo ella.
  • - Bueno así, dijo él sintiéndose desarmado, con ganas de tomar una copa de vino más.
  • - Sólo con esas ganas don Margarito? Dijo Susy, pasando su lengua por el labio superior en un gesto por demás erótico y sugerentemente abierto...
  • - No, doña Susy, también tengo ganas de muchas otras cosas, usted es tan hermosa, y la verdad, desde que la conocí no dejo de pensar en usted, dijo el viejo, acercándose a ella hasta quedar a casi veinte centímetros de su rostro. En tanto que Susy retrocedía sólo un poco hacia atrás, tomando al mismo tiempo la copa que desde hacía rato le ofrecía el viejo Margarito.
  • - Estaaa bien... dijo ella, tomemos la última antes de ir por mi niña, ya casi son las 6 de la tarde... alejándose un poco más del viejo, y bebiéndose la copa prácticamente de un solo golpe.
El viejo no aguantó más, y colocando su copa sobre la mesa de centro de la sala, se acercó peligrosamente hacia Susy, tenía que jugársela, ir por el todo, no podía existir mejor momento, la tomó de las manos que Susy tenía colgando a los lados de su hermoso cuerpo...

  • - Usted me encanta doña Susy, me tiene loco, le dijo al tiempo que acercaba sus labios hacia los de Susy...
  • - No, dijo Susy, no don Margarito, eso no está bien, soy casada, dijo sin hacer el menor esfuerzo por soltarse de las manos del viejo y sólo esquivando un poco su rostro para dejarlo lo suficientemente alejado del viejo, para que no lo pudiera besar, pero que si pudiese extasiarse con el aroma suave de su cuerpo, permitiendo que sus senos fueran tocados suavemente por el cuerpo de Margarito en su intento por robarle un beso.
  • - Doña Suys, perdóneme por favor, pero desde que la conocí no dejo de pensar en usted, en su rostro, en su piel, en su cuerpo... dijo el viejo, y el efecto de la mezcla de hierbas y tallos no tardaron en hacerlo reaccionar, teniendo casi inmediata y visiblemente una erección producto de su excitación y de la cercanía con Susy. La soltó de las manos para no hacerle daño, en realidad no quería hacerlo a la fuerza, pero se acercó un poco más para tocar con su miembro -casi ya erecto y firme- el muslo izquierdo de Susy que no podía pasar desapercibido por ella.
  • - Don Margarito por favor, le dijo ella, al tiempo que tomaba entre sus manos las muñecas de los brazos de él y las abría hacia ambos lados, quedando así frente a frente, soy una mujer casada, volvió a decir, no tome a mal mi invitación a comer, dijo mirándolo fijamente a los ojos y guiñando casi inmediatamente el ojo izquierdo, y con ello generando más incertidumbre en el viejo, usted es todo un caballero, me gusta su forma de ser, me agrada estar con usted, pero soy casada, insistió, acompáñeme por mi hija, siii?? Por favor, dijo al tiempo que soltaba las manos del viejo...
Margarito se acercó más a ella, quien retrocedió sólo un paso con el pie izquierdo, quedando en una posición poco cómoda, el "love seat" no permitía ir más hacia atrás... También a los caballeros nos gustan las mujeres hermosas como usted, dijo el viejo, sabiendo que no podía ceder en su empeño, estaba seguro que la poca resistencia de Susy sólo era parte de su juego. Pero para su mala fortuna en ese momento volvió a sonar el teléfono, haciendo que Susy buscará la manera de escabullirse de su arrinconamiento. Él no quiso parecer hostigador y permitió que Susy contestara el teléfono, podía ser su marido. El tiempo corría y no le favorecía a Margarito, el marido llegaba casi al filo de las 7 de la noche, seguramente esa tampoco era su tarde. Susy tomó el teléfono y salió al patio. Regresó pocos minutos después con el auricular en la mano derecha y aún un poco acalorada por la situación.

  • - Permítame ir a cambiarme de ropa y me acompaña por mi niña? Le dijo al viejo, quien al verla así nuevamente, sencilla, sensual y casi convertida en una niña traviesa, quedó desarmado.
  • - Está bien doña Susy, vamos por su niña, dijo.
  • - Gracias, dijo Susy, al tiempo que dejaba el teléfono en la mesa de centro, y en un rápido movimiento antes de subir casi corriendo las escaleras le dejaba un beso en la mejilla a Margarito, quién aún más sorprendido contuvo sus enormes ganas de salir corriendo tras ella.
Desde arriba le gritó al viejo, ¡¡¡don Margarito no sea malo, vaya por su carro siii???, lo espero en la puerta.. por favor...!!!

  • - De acuerdo, doña Susy voy por el carro, la espero afuera.
Cuando Susy abrió la puerta para subirse a su carro, don Margarito quedó literalmente con la boca abierta, un vestido naranja de una sola pieza, con algunas discretas flores cubrían apenas el cuerpo de Susy. Se podían adivinar por debajo de él sus exquisitas y suculentas formas. Cubriendo apenas una pequeña parte de sus bien torneados y hermosos muslos, Susy al sentarse le mostraba al viejo algo más que sus piernas, le mostraba el camino hacia el cielo. Se sentó demasiado cerca del viejo, y retomó el tema de manera muy directa.

  • - Don Margarito, no quiero que piense mal de mí. No soy una señora que termina en la cama con cualquier hombre, quiero que me entienda.
  • - De ninguna manera doña Susy, usted para mí es toda una señora, y le ofrezco mil disculpas si hace un momento le falté al respeto, pero lo que le dije es cierto, desde que la conocí no dejo de pensar noche tras noche en usted, dijo esto y de manera lasciva y lujuriosa volteó la mirada hasta posarse en los muslos de Susy, deseando poder abrir esas hermosas piernas de una vez por todas, y entrar en la cálida intimidad de ella. Ya no pretendía ocultar nada. Susy tenía que darse cuenta que la deseaba intensamente. Una erección más fuerte se produjo en él cuando arriesgado, tomó la palanca de velocidades de su carro, y de manera sorpresiva, incluso para él mismo, tomó parte de la rodilla y el muslo izquierdo de Susy, dejando ahí sus dedos por unos instantes y masajeando, hacia arriba y hacia abajo, dijo dulce pero ardientemente: "¡usted me encanta señora!"
  • - ¿Todo esto provocó en usted? preguntó Susy, quien dándose cuenta de la erección que tenía el viejo, acercó sus carnosos y rojos labios al oído de Margarito, y su mano derecha se posó cerca de la entrepierna del viejo rozando muy sutilmente con su dedo meñique, al moverlo hacia arriba, su virilidad enhiesta y dura. Era una invitación abierta. No había regreso. El volvió el rostro y pretendiendo besar a Susy sólo alcanzó a rozar con sus labios la mejilla colorada, quizá por la excitación, de tan hermosa señora.
  • - Regrese a la casa, dijo Susy como una orden.
  • - ¿Y su niña? ¿Ya no iremos por ella? Preguntó el viejo.
  • - Le diré algo, mi niña se quedará en casa de su amiguita, como mañana no tienen clases. Ya iré mañana por ella.
  • - ¿Y su marido? Volvió a preguntar don Margarito, esta vez un poco más temeroso.
  • - Mi marido está de viaje, dijo ella, por eso pospuse la comida hasta hoy, iba a salir el lunes pero le cambiaron la fecha para hoy. Estoy sola.
No quiso escuchar más. En la primera oportunidad dio vuelta. Susy le dijo que abriera el portón eléctrico desde el carro, al fin y al cabo, como ella le decía "era su casa". El carro se estacionó. Margarito bajó, y más ágil que cualquier adolescente, abrió la puerta de Susy, y cuando ella movió las piernas para bajar le mostró completamente la gloria. Ya no había nada que ocultar, pronto estarían consumados en el deseo febril de cada uno. Cuando Susy estaba abriendo la puerta de la casa, el viejo se pegó tras ella besando dulce pero ardiente los lóbulos de las orejas de ella, haciendo con esto, que su piel se pusiera "como de gallina". La puerta se cerró tras ellos. Margarito sólo quiso prender las luces de las lámparas de la sala. Todo lo demás estaba apagado, claro, a excepción de ellos que estaban más que prendidos.
... continuará...

relato escrito por:
Carlos ********
 

Vaquero_69

Bovino Milenario
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5 May 2008
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1.006
seeeeeeeeeee demasiado drama, no hay que exagerar, vamos al grano dijo el pollito
 

stinky_tareas

Bovino Milenario
Registrado
11 Mar 2008
Mensajes
1.559
Pues si mucho drama, pero bueno, no esta mal, asi que hay k checar el finaaaaaaaaal

Gracias por compartir!
 

tierno_com1980

Becerro
Registrado
9 Ene 2010
Mensajes
10
Pregunta, como se llama la primera parte de dicho relato???????? si alguien me lo puede proporcionar se los agradecere
 
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