AlephZero01
Baneado :(
- Registrado
- 31 May 2010
- Mensajes
- 58
Hacía tiempo que no escribía nada. Espero sea de su agrado este relato.
----------------------------
Rosa Negra
----------------------------
Rosa Negra
Aquel sábado era un día radiante. La boda de Karina y Gonzalo estaba en puerta. Maya, amiga de Karina, se dirigía al departamento de ésta para festejarla por sus futuras nupcias. Sin duda alguna aquella mujer se veía atrayente por varias razones. Primero, la ropa que usaba. Aunque un tanto holgada, lejos de opacar la figura de Maya, resaltaba sus atributos, los cuales de por sí no eran discretos. Si uno no se distraía con aquella blusa roja, la cual cubría lo suficiente de sus firmes y grandes pechos, pero que permitía admirarlos a través de ese escote, entonces uno se perdía prestando atención a sus bien redondas nalgas enfundadas en esos jeans azules. Un par de botas negras altas y unos guantes de seda completaban el conjunto. Además, Maya era una mujer hermosa. Su rostro era perfecto. Inocente y a la vez seductor, como si fuese esculpido por uno de los más grandes artistas renacentistas. Aunque sus ojos reflejaban cierto aire de desamor, de un vacío que nadie podía llenar, cualquiera estaría dispuesto a hacer lo que fuese por ella. Toda ella, junto con un nudo muy peculiar que sujetaba su larga y semiclara cabellera de ébano, más negra que su piel de chocolate, destacaba entre todas las mujeres.
Pero lo que más llamaba la atención ese día era el racimo de rosas que Maya llevaba en las manos. Todas rosas de papel, dispuestas en una posición surrealista. Flores rojas, blancas, rosas, ... y amarillas, violetas, azules, verdes, ... Eran como veinte, y el arreglo era bonito e interesante.
Al llegar a su destino, Maya fue recibida por la hermosa Karina. Ésta no le pedía nada a la negra. No era tan bella como ella, pero tampoco era fea. Karina era más baja que Maya (aunque tampoco era chaparra; Maya medía 1,80 m) y de curvas más discretas. Su tez blanca, sus facciones finas y su cuerpo de adolescente la hacían ver como una muñeca de porcelana. Su cabellera, corta y negra, apenas llevaba un simple moño, a diferencia del sofisticado peinado de su amiga. Por si fuera poco, la anfitriona vestía muy casual: unos jeans verdes, tenis blancos y una playera negra.
- ¡Hola Maya! - dijo Karina con júbilo.
- ¡Hola amiga! Son para tí - respondió la recién llegada, ofreciendo el ramo de origami.
- Gracias amiga. Son hermosas.
- Olvídalo, son con motivo de tu boda. Te felicito - estas últimas palabras las mencionó con un cierto aire de desdén.
- Maya, algún día debes decirme cómo haces estas rosas.
- Si lo hago, tendría que matarte - después de decir esto, ambas chicas rieron. Maya siempre le respondía eso. Se guardaba celosamente ese procedimiento.
- ¡Hola amiga! Son para tí - respondió la recién llegada, ofreciendo el ramo de origami.
- Gracias amiga. Son hermosas.
- Olvídalo, son con motivo de tu boda. Te felicito - estas últimas palabras las mencionó con un cierto aire de desdén.
- Maya, algún día debes decirme cómo haces estas rosas.
- Si lo hago, tendría que matarte - después de decir esto, ambas chicas rieron. Maya siempre le respondía eso. Se guardaba celosamente ese procedimiento.
La reunión entre Karina, Maya y sus amigas transcurrió de modo normal. La tarde se fue entre vasos de refresco con piquetes de tequila, charlas sobre chicos y detalles de la boda. Por Gonzalo, ni se preocupaban. Él estaba en su despedida de soltero. Las amigas le daban consejos a la novia sobre todo. Sobre comida, fiestas, sexo, ... El contraste: Maya, quien regularmente recibía las atenciones en vez de Karina, estaba aislada de todas las mujeres, a la vez que Karina era el centro del grupo. Al final, como a las 9 de la noche, todas las mujeres se retiraron de la casa de Karina, quien era felicitada de vez en vez. Al final sólo quedaron ella y Maya, y empezaron a limpiar y ordenar.
- Vaya, hasta que se fueron - comentó Karina con tono de cansancio -. Me asfixian.
- Es normal, te casas en dos semanas.
- Lo sé, pero no etoy acostumbrada a estar rodeada de gente. No entiendo cómo lo soportas.
- Debe ser la costumbre.
- Sí, debe ser eso. Pero más que yo, tus flores recibieron muchos elogios. Algún día debes enseñarme a hacer esas rosas.
- Ya te lo dije, si hago eso tendré que matarte - dijo Maya entre risas.
- Sí, te creo - respondió Karina entre risas también -. No puedo creer que me casaré con Gonzalo.
- Debes sentirte muy feliz pr eso - una vez más, sus palabras fueron secas.
- Por cierto, dime ¿cuándo?
- ¿Cuándo qué?
- ¿Cuándo vas a sentar cabeza tontita? Nos conocemos desde niñas, y no te he visto en una relación seria nunca.
- Sí, hace casi 20 años de conocernos. Es mucho tiempo.
- No me cambies el tema. No esperarás llegar soltera a los 40, ¿o sí? - dijo Karina en tono sarcástico.
- No es eso.
- ¿Entonces?
- Es sólo que... - Maya se interrumpió y, cabizbaja, agregó con voz queda - no estoy hecha para el amor.
- ¡Oh, vamos Maya! ¡Qué cosas dices!
- Es en serio. Siempre llevo las de perder. Nunca tengo suerte, y menos en cosas como ésta - una lágrima empezó a rodar por sus tersas mejillas.
- ¡Ánimo! Algún día conocerás a un chico guapo y galante que te quiera.
- Sí, pero tu consuelo no me sirve de nada.
- ¿Por qué?
- Porque la persona a quien amo está por casarse.
- Espera... - Karina no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Sería que Maya estaba enamorada de...? -. No me estarás diciendo que tú...
- Sé que es tarde para que lo sepas, pero...
- No lo entiendo - dijo Karina consternada -. Si tanto te gustaba Gonzalo ¿por qué no...?
- ¿Qué? - ahora Maya tenía un nudo en la garganta. No sabía qué decir, ni cómo iba a decirlo -. No, yo, ... - lo mejor era decirlo de una vez -. Yo hablaba de ... de tí.
- Pero Maya, eh ... - Karina estaba confundida. Por un lado se sentía aliviada, pues Maya no amaba a Gonzalo. Pero ¿a ella? Trataba de pensar cómo responder, pero Maya se adelantó con un beso tierno en los labios.
- Siempre he estado enamorada de tí, Karina - susurraba Maya entre besos -. Ya no puedo ocultarlo, ni quiero hacerlo. Siento que debo...
- ¡Basta! - le pidió Karina a su amiga, aunque no sabía si estaba convencida de sus palabras -. No debemos hacer esto, ... Simplemente no... no está bien - al oír esto, Maya se apartó.
- Si ese es el caso, mírame a los ojos y dime que no me amas.
- Maya, no lo veas así...
- Al diablo. Sólo dilo y no volveré a fastidiarte nunca.
- No, no quiero eso, es sólo que...
- Es normal, te casas en dos semanas.
- Lo sé, pero no etoy acostumbrada a estar rodeada de gente. No entiendo cómo lo soportas.
- Debe ser la costumbre.
- Sí, debe ser eso. Pero más que yo, tus flores recibieron muchos elogios. Algún día debes enseñarme a hacer esas rosas.
- Ya te lo dije, si hago eso tendré que matarte - dijo Maya entre risas.
- Sí, te creo - respondió Karina entre risas también -. No puedo creer que me casaré con Gonzalo.
- Debes sentirte muy feliz pr eso - una vez más, sus palabras fueron secas.
- Por cierto, dime ¿cuándo?
- ¿Cuándo qué?
- ¿Cuándo vas a sentar cabeza tontita? Nos conocemos desde niñas, y no te he visto en una relación seria nunca.
- Sí, hace casi 20 años de conocernos. Es mucho tiempo.
- No me cambies el tema. No esperarás llegar soltera a los 40, ¿o sí? - dijo Karina en tono sarcástico.
- No es eso.
- ¿Entonces?
- Es sólo que... - Maya se interrumpió y, cabizbaja, agregó con voz queda - no estoy hecha para el amor.
- ¡Oh, vamos Maya! ¡Qué cosas dices!
- Es en serio. Siempre llevo las de perder. Nunca tengo suerte, y menos en cosas como ésta - una lágrima empezó a rodar por sus tersas mejillas.
- ¡Ánimo! Algún día conocerás a un chico guapo y galante que te quiera.
- Sí, pero tu consuelo no me sirve de nada.
- ¿Por qué?
- Porque la persona a quien amo está por casarse.
- Espera... - Karina no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Sería que Maya estaba enamorada de...? -. No me estarás diciendo que tú...
- Sé que es tarde para que lo sepas, pero...
- No lo entiendo - dijo Karina consternada -. Si tanto te gustaba Gonzalo ¿por qué no...?
- ¿Qué? - ahora Maya tenía un nudo en la garganta. No sabía qué decir, ni cómo iba a decirlo -. No, yo, ... - lo mejor era decirlo de una vez -. Yo hablaba de ... de tí.
- Pero Maya, eh ... - Karina estaba confundida. Por un lado se sentía aliviada, pues Maya no amaba a Gonzalo. Pero ¿a ella? Trataba de pensar cómo responder, pero Maya se adelantó con un beso tierno en los labios.
- Siempre he estado enamorada de tí, Karina - susurraba Maya entre besos -. Ya no puedo ocultarlo, ni quiero hacerlo. Siento que debo...
- ¡Basta! - le pidió Karina a su amiga, aunque no sabía si estaba convencida de sus palabras -. No debemos hacer esto, ... Simplemente no... no está bien - al oír esto, Maya se apartó.
- Si ese es el caso, mírame a los ojos y dime que no me amas.
- Maya, no lo veas así...
- Al diablo. Sólo dilo y no volveré a fastidiarte nunca.
- No, no quiero eso, es sólo que...
Karina estaba nerviosa. Nerviosa y confundida. Nunca había pensado que Maya la quisiera de esa manera. Debía despecharla, romperle el corazón. Era lo mejor para las dos, pues no había oportunidad de tal amor. Pero no podía hacerlo. Maya era su mejor amiga, siempre lo había sido. Además, una parte de Karina la deseaba. Maya era tan hermosa, que no se podía dar el lujo de desperdiciar una oportunidad como esa. En un par de ocasiones Karina se había masturbado con fantasías sobre Maya. Karina estaba en un dilema. ¿Qué iba a hacer?
Vacilante, Karina siguió sus impulsos, y se acercó a los labios de Maya para besarlos. Sus besos fueron correspondidos por la morena. Ambas mujeres se fundieron en un abrazo apasionado. Mutuamente las mujeres acariciaron sus cabellos, sus cuellos, sus espaldas, ... El detalle de los guantes de seda de Maya a Karina le fascinó.
- Nunca creí que te atrajera de esta manera - dijo una excitada Karina entre besos y jadeos -. No es que no me halague, pero...
- Sólo déjate llevar. No sabes cuánto he esperado esto...
- Pero, ... Maya, yo...
- Por favor, no digas nada - interrumpió Maya -. Ahora no.
- Sólo déjate llevar. No sabes cuánto he esperado esto...
- Pero, ... Maya, yo...
- Por favor, no digas nada - interrumpió Maya -. Ahora no.
Poco a poco, las mujeres se fueron desnudando a la par de la cintura hacia arriba. Maya levantó la camiseta de Karina sobre su cabeza mientras su blusa era desabotonada. Una vez la playera fuera y los pechos de Karina descubiertos, Maya se centró en ellos. Los besaba y lamía con mimo. Karina no podía evitar sentir placer cuando su amiga succionaba lenta y firmemente sus pezones oscuros y pequeños con sus labios para delinearlos con su fina lengua. La chica blanca empezó a despeinar y masajear la sedisa cabellera de la negra. Vaya, Maya era tan buena en lo que hacía que Karina alcanzó el orgasmo. Ni siquiera en la cama con Gonzalo había sentido tanto placer.
Ahora era el turno de Karina. Levantó suavemente a Maya, quien no dejaba de besarla, y se puso frente a esos turgentes senos, cubiertos por la fina y delgada tela. Karina besaba y daba lengüetazos sobre la ropa casi con la con la misma atención que había recibido. Con sus manos acariciaba el redondo y firme trasero de la morena, quien mimaba el terso cabello de la blanca con sus tersos guantes. Para aumentar su propio placer, Maya dejó caer su blusa con sus hombros. Ahora sus tetas estaban desnudas, y Karina continuaba con el mismo frenesí. Lentamente Maya se acercaba al clímax, aunque tuvo que interrumpirse. Aún era muy pronto, juzgó ella.
Entre besos y caricias las chicas terminaron desnudas en la recámara de Karina, en un rico 69. Una vez más, el contraste: Maya se depilaba, Karina no. Poco a poco se camía cada una el sexo de la otra con pasión y lujuria. Karina degustaba los ricos y abundantes fluidos de su compañera. Maya era vegetariana, y Karina había oído que eso regulaba la acidez de las secreciones vaginales. La morena, por su parte, no podía quejarse. Si bien Karina no era descuidada en su higiene, el sabor de sus jugos era algo ácido. Pero Maya no podía quejarse, pues ella había anhelado ese cunnilingus. Eso era lo único que importaba.
Era impresionante la forma en la que se sincronizaban ambas mujeres. Si una sentía que iba muy rápido, bajaba el ritmo. Si sentía que iba muy lento, ponía más ahínco en su faena. Karina, haciendo uso de su experiencia con las felaciones que le daba a Gonzalo, deslizaba la lengua y los labios a lo largo y a lo ancho del sexo de la otra. Maya, por su parte, recreaba físicamente lo que había imaginado en innumerables ocasiones, por lo que cada beso, cada caricia con sus labios y cada lamida en el delicado y enhiesto clítoris y en la hermosa y velluda entrepierna de su amiga eran dadas con maestría. De esa manera, las mujeres estallaron juntas en un gran orgasmo. Karina se sorprendió por dos cosas. La primera, porque difícilmente llegaba a dos orgasmos. La segunda, porque Maya salpicó su cara con sus jugos. Maya era de las pocas mujeres en el mundo que eyaculaba.
Karina se tendió de espaldas en la cama para descansar, pero Maya tenía otros planes. La morena, aprovechando la posición de su amante, entrelazó sus piernas con las de ella hasta juntar sus vulvas. Karina aún no se había recuperado del orgasmo anterior cuando Maya la preparaba para el tercero. Esta vez la caucásica dejó que la negra hiciera todo el trabajo del vaivén de las caderas, pues con cada roce de los clítoris ella se vencía cada vez más. Por otro lado, quién sabe de dónde Karina sacó fuerza suficiente para alzar los brazos y juguetear con los pezones erectos y perfectos de Maya, a manera de que su gozo fuese mayor. Una vez más, Karina y Maya se acercaban juntas a la cima del éxtasis. Sólo que esta vez, ambas se reprimían. Buscaban un orgasmo de antología, un final épico. Haciendo acopio de toda su voluntad, las mujeres continuaron estimulándose, llenando sus cuerpos y sus mentes de placer, hasta que no pudieron más. Una vez más, llegaron juntas, y la explosión fue espectacular para ambas. Maya volvió a eyacular, pero con más intensidad, inundando la vagina de Karina, junto con su negra y espesa mata que cubría su monte de Venus. Al mismo tiempo, Karina arqueó su espalda mientras se asía con fuerza de los pechos de Maya. De esta manera, ambas experimentaron el mejor orgasmo de sus vidas. Exhausta, la morena cayó sobre la blanca, y abrazadas se quedaron dormidas.
Al despertar, Karina buscó a Maya con la vista. Ésta estaba vistiéndose. Lloraba.
- ¿Maya, qué pasa?
- Nada, es sólo que... - Maya tenía un nudo en la garganta.
- No te preocupes, todo está bien amiga.
- No, no lo está. Tú te casas en dos semanas, y yo me aferro a un sueño estúpido e imposible - dijo entre sollozos y con voz casi ahogada -. Debes pensar que soy patética.
- No pienso eso, no puedo pensar eso - Karina se acercó, desnuda, para abrazar a Maya.
- Pues yo sí lo pienso. Hice algo que no debió pasar nunca, y lo siento... Diablos, me siento como una ...
- Oye - dijo Karina, aunque sin saber cómo -, si te sirve, creo que anoche fue...
- Un error, lo sé.
- No quiero decir eso. Creo que anoche fue fantástico, el mejor sexo que he tenido, y hablo en serio.
- ¿Y qué caso tiene? Nunca podré tenerte - al decir esto, Maya rompió en llanto.
- Podemos hacer esto cuando quieras.
- ¡No quiero tu cuerpo, quiero tu corazón Karina!
- Sabes que no puedo ofrecerte eso. Por eso no quería que aquello sucediera. Pero pasó, y ambas debemos estar felices y satisfechas por ello.
- Aún así, eso no me basta - repuso maya entre sollozos y lamentos.
- Pues, ... Bueno, yo ... Maya, ...
- Nada, es sólo que... - Maya tenía un nudo en la garganta.
- No te preocupes, todo está bien amiga.
- No, no lo está. Tú te casas en dos semanas, y yo me aferro a un sueño estúpido e imposible - dijo entre sollozos y con voz casi ahogada -. Debes pensar que soy patética.
- No pienso eso, no puedo pensar eso - Karina se acercó, desnuda, para abrazar a Maya.
- Pues yo sí lo pienso. Hice algo que no debió pasar nunca, y lo siento... Diablos, me siento como una ...
- Oye - dijo Karina, aunque sin saber cómo -, si te sirve, creo que anoche fue...
- Un error, lo sé.
- No quiero decir eso. Creo que anoche fue fantástico, el mejor sexo que he tenido, y hablo en serio.
- ¿Y qué caso tiene? Nunca podré tenerte - al decir esto, Maya rompió en llanto.
- Podemos hacer esto cuando quieras.
- ¡No quiero tu cuerpo, quiero tu corazón Karina!
- Sabes que no puedo ofrecerte eso. Por eso no quería que aquello sucediera. Pero pasó, y ambas debemos estar felices y satisfechas por ello.
- Aún así, eso no me basta - repuso maya entre sollozos y lamentos.
- Pues, ... Bueno, yo ... Maya, ...
Karina no supo qué decir. No podía decir nada. Cualquier cosa que agregara sólo lastimaría más a Maya. Sólo se limitó a abrazar con fuerza a Maya, esperando que se desahogara.
Los preparativs para la boda transcurrieron de lo más normal. El día fijado, Karina lucía un vestido blanco impresionantemente lujoso y atractivo. Maya le entregó un ramo de flores. En contraste, Maya vestía toda de negro. Muchas flores diferentes había en el ramo: gladiolas, tulipanes, claveles, alcatraces, ... Todas flores de verdad, salvo por una rosa de origami negra que estaba en el centro del racimo.
- ¿Y esta rosa? - preguntó Karina al verla.
- Es una rosa de luto.
- ¿De luto?
- Sí. De luto por un amor que murió al nacer.
- Maya, yo...
- Lo he pensado, y creo que tienes razón. No ne gusta la idea, pero debo avanzar. Todos lo hacen. Tú lo haces.
- Este... - una vez más, Karina no sabía qué decir.
- Está bien. Estamos bien - dijo Maya al abrazar a la novia.
- Es una rosa de luto.
- ¿De luto?
- Sí. De luto por un amor que murió al nacer.
- Maya, yo...
- Lo he pensado, y creo que tienes razón. No ne gusta la idea, pero debo avanzar. Todos lo hacen. Tú lo haces.
- Este... - una vez más, Karina no sabía qué decir.
- Está bien. Estamos bien - dijo Maya al abrazar a la novia.
Karina tomó las flores que le entregara Maya. Con ellas avanzaría hacia el altar. Maya le había dicho que no se quedaba en la ceremonia, pero que aun así estaba con ella. Karina se quedó admirando curiosa aquella rosa triste entre tantas flores alegres.
- Oye Maya, debes enseñarme a hacer esas rosas.
- Tal vez algún día lo haga - dijo Maya mientras se marchaba para no volver. De la mejilla de la morena zurcaba una lágrima, mientras se decía despechada: "si amas algo debes dejarlo ir".
- Tal vez algún día lo haga - dijo Maya mientras se marchaba para no volver. De la mejilla de la morena zurcaba una lágrima, mientras se decía despechada: "si amas algo debes dejarlo ir".
