lotoxs
Bovino maduro
- Registrado
- 8 Mar 2009
- Mensajes
- 248
“Para mí era excitante ver cómo le emocionaba mi cuerpo a alguien de su edad. Él no se detenía a tocarme por horas, ni tampoco se preocupaba demasiado por mi placer”
Para una mujer, tener sexo con alguien menor puede estar muy lejos de parecer algo excitante. Pero también puede, por el contrario, serlo totalmente. Esto depende del rango de edad que se tenga.
Después de la polémica que provocó mi post del viernes pasado: "Cuando él tiene 50 y ella 19, la relación es...", algunos seguidores me pidieron que hablara del lado contrario de la moneda: cuando ella es mayor que él.
En mi caso, yo estaba a la mitad de los veintes cuando él apenas iba entrando a esa década. Una relación así, en un rango de edad así es, déjenme que les cuente, desastrosa. Claro, habrá buenas historias, pero yo hablo de la mía. Desde entonces, vaya usted a saber por qué, me quedé un poco arisca con ese tipo de relaciones.
Creo que la mejor edad es cuando ella ha pasado los treinta o cuarenta años y se relaciona con uno mucho menor que ella. Pregúntenle a Demi Moore. Ella es una mujer que muchos hombres desearían: guapa, sexy y madura, irresistible para cualquier hombre. Y en mi lista de amigos, no hay uno que no haya pasado por las garras de una mujer mayor. A todos, déjenme decirles, les ha gustado la experiencia.
En mi caso no éramos Demi Moore ni Ashton Kutcher, por supuesto. Creo que una diferencia de edades en ese rango de edad sí puede ser sana, atractiva, erótica y muy sexual. Pero en la edad en que yo tuve cierta relación con alguien menor a mí las cosas no funcionaron. Quizá por él, quizá por mí. No quiero decir que a todos deba pasarles igual, claro está. Se trató simplemente de algo que duró unas semanas y después a volar...
Él ya era cancha reglamentaria y por eso me atreví a entrarle al juego. Yo era atractiva para él y a mí me pareció interesante y divertido lidiar con un jovencito que además se sentía mayor y presumía de madurez. Alguien guapo, joven, fuerte, con toda la energía sexual del mundo y a quien me ilusionaba enseñarle algunos trucos de la vida amorosa y de la cama. ¿A quién no le gusta enseñarle a otros los secretos de la vida alguna vez? ¿Para qué estamos en este mundo si no es para enseñar?
El caso es que yo estaba en mi papel de tutora cuando comenzó el sexo con él. Sí, debo decir que tenía toda la energía sexual del mundo. Quería tener sexo todo el tiempo, pero, ¡oh cielos!, era un eyaculador precoz.
No porque eso tenga algo de muy malo, líbreme Dios de decir semejante insensatez, sino porque al comenzar apenas su vida sexual, todavía no tenía control de sus eyaculaciones, ni de su erección ni de su orgasmo ni de su... nada. Era como una plumita al viento que se dejaba llevar por todo lo que su cuerpo sentía sin control alguno. Una, dos, tres, cuatro veces pasan. ¿Pero todas?
La primera vez, estaba tan excitado que duró apenas algunos minutos y yo jamás vi en su rostro el placer del orgasmo. Creo, casi, que le llegó sin darse cuenta. Yo apenas estaba iniciando el vuelo cuando él ya había aterrizado y ya hasta estaba esperando el equipaje en la banda. Los ritmos eran totalmente distintos y eso fue algo a lo que nunca me pude acostumbrar. ¿Cómo decirle al cuerpo que el sexo de ahora en adelante durará sólo dos minutos cuando siempre estuvo acostumbrado a horas y horas de placer?
Definitivamente no. ¿Qué me gustó? Sí, hubo cosas interesantes que descubrí. Para mí era excitante ver cómo le emocionaba mi cuerpo a alguien de su edad. No se detenía a tocarme por horas (porque además creo que no sabía mucho por dónde iniciar ni terminar), ni tampoco se preocupaba demasiado por mi placer. Suficiente tenía con controlar el suyo. Pero el hecho de sentirme "maestra" o "guía" de la relación sexual me pareció una experiencia nueva, interesante por descubrir. Eso, sin duda, me excitaba.
A él le enseñé con calma suficiente cómo tocarme, cómo se hace un cunnilingus y dónde está exactamente el clítoris. Él descubría todo ello con avidez, se dejaba guiar e investigaba cada uno de mis rincones, pero en el momento de la penetración, un minuto después, ya todo había acabado. A una le gusta enseñar, pero llega el momento en que te cansas. Quieres dejar de ser tutora para entonces convertirte en alguien que simplemente disfruta el placer.
Al final, cuando decidí terminar la relación con él, comenzó a seguirme a todos lados y a volverse obsesivo y enfermizo, al punto de llegar a espiarme fuera del café al que iba con mis amigas, de mi casa cuando salía por la mañana, o en mi lugar de trabajo... ¡Terrorífico! Me endiosó. Yo me había convertido en su tutora sexual, en su maestra, pero definitivamente no quería convertirme en su madre.
Por supuesto, he sabido de casos de mujeres de cuarenta que han gozado del sexo al por mayor con alguien de 25. Y la experiencia tanto para él como para ella ha sido verdaderamente inolvidable. Sin embargo, hay algo de cierto: la diferencia de edad contribuye a una diferencia de madurez y de experiencia de vida, tarde o temprano. Lo importante es que si una relación se basa primeramente en el sexo, tarde o temprano surgen códigos de comunicación, de relación y luego, tal vez, de amor.
Para el amor no hay edad, es verdad. Y para que ello funcione debe haber mucha fortaleza de ambas partes y comunicación honesta y transparente. Cuando una relación con diferencia de edad comienza a más que sexo, muchos aspectos y matices interesantes pueden surgir. Ese es el verdadero reto de una relación así... Mantenerla y conservarla con madurez.
Para una mujer, tener sexo con alguien menor puede estar muy lejos de parecer algo excitante. Pero también puede, por el contrario, serlo totalmente. Esto depende del rango de edad que se tenga.
Después de la polémica que provocó mi post del viernes pasado: "Cuando él tiene 50 y ella 19, la relación es...", algunos seguidores me pidieron que hablara del lado contrario de la moneda: cuando ella es mayor que él.
En mi caso, yo estaba a la mitad de los veintes cuando él apenas iba entrando a esa década. Una relación así, en un rango de edad así es, déjenme que les cuente, desastrosa. Claro, habrá buenas historias, pero yo hablo de la mía. Desde entonces, vaya usted a saber por qué, me quedé un poco arisca con ese tipo de relaciones.
Creo que la mejor edad es cuando ella ha pasado los treinta o cuarenta años y se relaciona con uno mucho menor que ella. Pregúntenle a Demi Moore. Ella es una mujer que muchos hombres desearían: guapa, sexy y madura, irresistible para cualquier hombre. Y en mi lista de amigos, no hay uno que no haya pasado por las garras de una mujer mayor. A todos, déjenme decirles, les ha gustado la experiencia.
En mi caso no éramos Demi Moore ni Ashton Kutcher, por supuesto. Creo que una diferencia de edades en ese rango de edad sí puede ser sana, atractiva, erótica y muy sexual. Pero en la edad en que yo tuve cierta relación con alguien menor a mí las cosas no funcionaron. Quizá por él, quizá por mí. No quiero decir que a todos deba pasarles igual, claro está. Se trató simplemente de algo que duró unas semanas y después a volar...
Él ya era cancha reglamentaria y por eso me atreví a entrarle al juego. Yo era atractiva para él y a mí me pareció interesante y divertido lidiar con un jovencito que además se sentía mayor y presumía de madurez. Alguien guapo, joven, fuerte, con toda la energía sexual del mundo y a quien me ilusionaba enseñarle algunos trucos de la vida amorosa y de la cama. ¿A quién no le gusta enseñarle a otros los secretos de la vida alguna vez? ¿Para qué estamos en este mundo si no es para enseñar?
El caso es que yo estaba en mi papel de tutora cuando comenzó el sexo con él. Sí, debo decir que tenía toda la energía sexual del mundo. Quería tener sexo todo el tiempo, pero, ¡oh cielos!, era un eyaculador precoz.
No porque eso tenga algo de muy malo, líbreme Dios de decir semejante insensatez, sino porque al comenzar apenas su vida sexual, todavía no tenía control de sus eyaculaciones, ni de su erección ni de su orgasmo ni de su... nada. Era como una plumita al viento que se dejaba llevar por todo lo que su cuerpo sentía sin control alguno. Una, dos, tres, cuatro veces pasan. ¿Pero todas?
La primera vez, estaba tan excitado que duró apenas algunos minutos y yo jamás vi en su rostro el placer del orgasmo. Creo, casi, que le llegó sin darse cuenta. Yo apenas estaba iniciando el vuelo cuando él ya había aterrizado y ya hasta estaba esperando el equipaje en la banda. Los ritmos eran totalmente distintos y eso fue algo a lo que nunca me pude acostumbrar. ¿Cómo decirle al cuerpo que el sexo de ahora en adelante durará sólo dos minutos cuando siempre estuvo acostumbrado a horas y horas de placer?
Definitivamente no. ¿Qué me gustó? Sí, hubo cosas interesantes que descubrí. Para mí era excitante ver cómo le emocionaba mi cuerpo a alguien de su edad. No se detenía a tocarme por horas (porque además creo que no sabía mucho por dónde iniciar ni terminar), ni tampoco se preocupaba demasiado por mi placer. Suficiente tenía con controlar el suyo. Pero el hecho de sentirme "maestra" o "guía" de la relación sexual me pareció una experiencia nueva, interesante por descubrir. Eso, sin duda, me excitaba.
A él le enseñé con calma suficiente cómo tocarme, cómo se hace un cunnilingus y dónde está exactamente el clítoris. Él descubría todo ello con avidez, se dejaba guiar e investigaba cada uno de mis rincones, pero en el momento de la penetración, un minuto después, ya todo había acabado. A una le gusta enseñar, pero llega el momento en que te cansas. Quieres dejar de ser tutora para entonces convertirte en alguien que simplemente disfruta el placer.
Al final, cuando decidí terminar la relación con él, comenzó a seguirme a todos lados y a volverse obsesivo y enfermizo, al punto de llegar a espiarme fuera del café al que iba con mis amigas, de mi casa cuando salía por la mañana, o en mi lugar de trabajo... ¡Terrorífico! Me endiosó. Yo me había convertido en su tutora sexual, en su maestra, pero definitivamente no quería convertirme en su madre.
Por supuesto, he sabido de casos de mujeres de cuarenta que han gozado del sexo al por mayor con alguien de 25. Y la experiencia tanto para él como para ella ha sido verdaderamente inolvidable. Sin embargo, hay algo de cierto: la diferencia de edad contribuye a una diferencia de madurez y de experiencia de vida, tarde o temprano. Lo importante es que si una relación se basa primeramente en el sexo, tarde o temprano surgen códigos de comunicación, de relación y luego, tal vez, de amor.
Para el amor no hay edad, es verdad. Y para que ello funcione debe haber mucha fortaleza de ambas partes y comunicación honesta y transparente. Cuando una relación con diferencia de edad comienza a más que sexo, muchos aspectos y matices interesantes pueden surgir. Ese es el verdadero reto de una relación así... Mantenerla y conservarla con madurez.
¿Has sostenido una relación con alguien varios años mayor o menor que tú? ¡Cuéntanos tu experiencia!
