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De versos a besos III

vanellope

Becerro
Registrado
27 Nov 2012
Mensajes
23
Así, sin darme cuenta, Damian se hizó parte de mi vida, de mis sueños, de mis pensamientos.

Cada palabra leída, cada palabra que me decía, me envolvía, me enamoraba, me llenaba.

La primera vez que escuché su voz (porque comenzaron las llamadas), sentí un escalofrío enorme, esa voz tan segura, tan firme, tan sexy. Damian era un hombre que a pesar de sentirse poco atractivo, a mis ojos era todo un hombre.

Si bien no es guapo, Damian es un hombre extremadamente atractivo, sensual. Es un hombre muy varonil. Es un hombre con una actitud arrolladora. Es un hombre que atrae, que envuelve, que enamora. Es galante, caballeroso, risueño, de ideas firmes, valores bien establecidos, (¿sí se ve el enamoramiento no?)

Es inteligente (en demasía), un hombre con muchos sueños, con hambre, con ganas, con garra, con pasión, con entrega.
Sus palabras, sus letras, sus líneas... Matan, atrapan, queman, enamoran, apasionan, encantan, hechizan, hipnotizan…

En fin, así se fueron dando las cosas. Los días, las noches (en su ausencia), las semanas.

Y yo cada vez más me sentía más plena. Damian es un hombre que decía cosas exquisitas, que enamoraban. Era imposible no enamorarse de un hombre así.

Siguiendo con lo relatos, una mañana estábamos platicando, cuando le dije que tenía que salir, que iba a comer con un amigo.
Y me fui a comer con este amigo (que Damian bien sabía que era más que un amigo). Al regresar, me encontré con estas líneas que me provocaron más que un suspiro:

“Ok. Imagínate algo más drástico. Estas comiendo con Roberto. Y de repente, de la recepción te llegan dos cosas, una rosa roja como la sangre, con un moño blanco y un pequeño sobre.

La rosa impregnada de un olor a perfume de sandía. Abres el sobre y encuentras una hojita escrita a mano que dice: "Te espero en el estacionamiento, Atte: Damian".

Entonces le dices: "Dame un minuto, voy al baño"

Pero... algo no va bien. Tus pies no te llevan al baño. Por alguna razón, sales del restaurante. Donde está un chico treintañero con una sonrisa tímida, de camisa abotonada solo lo necesario. Cabello corto y pantalón de vestir, recargado sobre un auto gris amarillado, casi dorado. Entonces sonríes... sabes que es el, pero tienes miedo de preguntar. Así que...

Te quedas parada, el camina hacia ti y te pregunta pícaramente "¿Liz?" tu solo asientes con la cabeza. Entonces él te toma por la cintura y te da un abrazo tan apretado, que puedes sentir cada parte de su torso estrujando tus hermosos senos.

Te ruborizas. Él te suelta preguntando "¿Hice algo malo?" tu solo niegas con la cabeza y sin darte cuenta te acercas tanto a su rostro, que terminan dándose un beso. Tan rápido, tan fugas, pero tan anhelado. Él te toma de la mano y te lleva al auto.

Tienes temor, es normal, pero él lo sabe. Tan lo sabe que se adelanta a ti, abre la puerta y no te pide, te suplica que entres. Y la súplica no la hace con palabras, solo te sonríe tímidamente, te suplica con sus ojos, escudriñadores de toda tu belleza, que te subas, que no lo dejes partir sin ti. Así que, por una razón que no conoces, te subes.

Él toma su lugar en el volante. Estaciona el auto y se baja sin decirte una palabra. Tú tratas de ver a donde fue, pero es como si hubiera desaparecido.

Volteas intentando verle por tu lado del auto, pero sin que te des cuenta, sube nuevamente. Te sobre saltas y él lo nota, se disculpa con un beso y te pregunta "Todo bien"... Tu respondes atinadamente, "mejor ahora". Arranca el auto de nuevo. Sus actitudes y acciones comienzan a ser un misterio.

De pronto detiene el auto, en una calle sin sentido. "Te prometo, que si tú dices la palabra "no" nos iremos a otra parte".

Arranca de nuevo el auto y cuando te das cuenta, entran a un estacionamiento cubierto. Oh no... Tu sabes dónde están, tu sabes de qué se trata ahora... quieres decirle "no", pero tu voz no sale... el maneja más despacio ahora. Un hombre los recibe, lo reconoce y le deja pasar.

Es demasiado tarde, él te tiene... ¿Él te tiene? Tal vez él ya era un preso y solo se pone a disposición de su dueña. En este punto, ya no puedes decir que no, porque tal vez la razón es la que dice que no, pero la razón esta indefensa contra el deseo del cuerpo... pero sobre todo contra el deseo del corazón.

Aun no bajan del auto, ni siquiera han apagado el motor. Un zaguán grande se cierra detrás de ustedes. Instintivamente reaccionas volteando, pero ese, ese fue tu peor error. Porque para el... para Damian, esa es una señal para arremeter con el primer beso apasionado que dará apertura al desenfrenado cariño de dos personas que son más que amigos...

Sus manos juguetean en tu cabello. Las tuyas responden jugueteando en su torso. Sientes el latido de su corazón, crees que va a salir de su pecho. Eso te muestra lo indefenso que es ahora ante ti. No pueden dejar de besarse, y ni siquiera han bajado del auto.

Decididos a dar paso a su pasión, se separan. Por más que él se apresura a bajar para abrir la puerta del auto, tú ya estas fuera. Cierran las puertas, se escucha el sonido de los seguros colocándose, y suben a la habitación. Tus piernas tiemblan al subir las escaleras, no sabes que pasará. Bueno, si sabes, pero no estás segura de cómo será.

Él no puede evitar pasarte adelante, tú crees que es un caballero, pero es una razón más fuerte que ser un caballero. Él quiere ver tu cuerpo contonearse frente a él al subir las escaleras.

Tomas la perilla, le das vuelta y al abrir la puerta encuentras un cuarto perfectamente ordenado, con un camino de rosas que lleva hasta la cama, con una botella de vino tinto que tal vez ni siquiera pruebes. Al entrar a la habitación, sientes unas manos juguetonas abrazarte por la cintura, bajando por enfrente de tu vientre, sobre tu ropa. "Damian..." te acurrucas en ti misma al sentir su aliento suave en tu cuello, das la vuelta para darle un beso, pero algo te detiene. Abres unos ojos grandes y redondos de sorpresa... por qué el muy atrevido ya había tirado su camisa al suelo. Te preguntas, "en qué momento se sacó la camisa". Pero él toma tu mano, y la posa sobre su torso y te suplica "siente mi corazón"

Su reflejo en tus ojos lo tiene hipnotizado. No puedes recriminarle ese atrevido adelanto de quitarse la camisa, pues no puedes dejar de ver su sonrisa y dejar de escuchar su voz diciéndote "te quiero Liz".

Se abrazan, sus labios se unen, él se vuelve cada vez mucho más atrevido. No adviertes el destino de sus manos. Sin darte cuenta, te lleva besándote directo a la cama. Pero no te recuesta, antes de llegar, él se pone sobre una rodilla, respira profundo como si oliera la más deliciosa de las rosas, pero es tu entre pierna. Tú lo vez, no sabes que hará después, juegas con su cabello....

Y sin advertirlo, el mete sus manos entre tus piernas. Tu no pones ninguna resistencia, no puedes, porque lo deseas tanto como él a ti. Descubres una humedad que no habías advertido, hasta que el la tocó. Con movimientos casi mágicos, te quita toda tu ropa de la cintura hacia abajo. Él se queda paralizado, no puede creer ese hermosos espectáculo que presencia, así como no puede evitar acariciar y besar todo lo que ve a su paso.

Sientes la humedad de su lengua acariciando tus piernas. Le pides que pare, y el recorre tu cuerpo con su olfato. Al llegar a tus labios te besa. Ese beso es como si fuera una especie de droga, que provoca que se desvanezcan en la cama de una forma abrupta. No pueden separar sus labios, el destino de sus manos es cada rincón de sus cuerpos. Él te acaricia de una forma por demás frenética, tus piernas, mientras tú disfrutas estrujando su espalda. Te tiene sobre la cama, te hace sentir suya solo con sus labios. Te besa la mejilla, el oído y el mentón. Toma tu cuello como queriendo beber tu sangre, acaricia tus brazos… Espera, ¿Tus brazos?... te das cuenta que no solo los acaricia, si no que los detiene a cualquier intento por detener su camino. Pero ¿A dónde va? En tanto tú piensas todo esto, él ha llegado justamente a la mitad de tu pecho, entre tus senos. No te besa, no te lame, solo disfruta el olor y la textura de tu piel. De vez en vez abre sus labios y sientes una combinación de su aliento, con una ligera sensación de su saliva y su lengua. Te provoca frio por donde pasa, y te hace estremecer. Tu liberas una de tus manos, pero no para separarlo, si no para acariciar su cabello. Él entonces entiende que disfrutas esto y suelta tu otra mano. No sabes más de sus manos inquietas en ese momento, solo disfrutas su el desliz de sus labios por tus pechos. Se mueve lentamente a la izquierda, llega hasta la cumbre de esa parte de tu cuerpo, que lo enloquece. Lo besa, lo lame dentro de su boca, lo mordisquea pero muy levemente. Más que mordiscos son caricias, ahora comienzas a sentir su mano, llega a tu otro pezón, acariciándolo levemente. Tú gimes y él te besa y lame con mayor pasión (no fuerza). Así te das cuenta que tú tienes el control sobre sus movimientos. Si gimes más, él se moverá más rápido. Sus caricias siguen, pero su boca ya no la sientes en el mismo lugar, baja poco a poco y sientes ese mismo aliento besarte por debajo de aquellos senos, ahora está en tu ombligo. Su lengua sale de su boca para acariciar el interior desconocido de tu ombligo, tú suspiras, él sonríe.

Está besando tu vientre… tus caderas. Tu cuerpo tiembla y sus manos no le alcanzan para acariciar tus senos. Te sientes amada, te sientes deseada, te sientes hermosa (porque lo eres), pero sobre todo, te sientes suya. De pronto sientes como su aliento revolotea tu vello, sabes a donde va. En un arranque de pasión levantas tus delicadas y hermosas piernas, apoyas tus dulces pies sobre la cama y flexionas las rodillas. Cuando menos lo esperas, estás invadida por sus labios y su lengua. Sientes el calor de su aliento agitado, sientes sus labios besando el inicio de tu sexo. Sientes que su lengua irrespetuosa y sin permiso arremete contra esa delicada nuez dulce y suave que es tu clítoris. Él no puede dejar de moverse. Aprieta tus senos, besa tu sexo. Tú jalas su cabello para controlar el movimiento sobre tu sexo. Ahora él es tuyo.

De pronto baja más adentro, se besa con tu sexo. Como si besara tu propia boca. Tu disfrutas, aunque no estás segura que es lo que disfrutas más, si su sexo o saber que él se siente en las nubes. Porque así se siente él.
Después de un tiempo, ninguno de los dos sabe cuánto, se despega de ese delicioso manjar, se pone de pie y tú te sientas sobre la cama… un momento…

¡Está completamente desnudo¡ lo ves sin saber en qué momento se desnudó por completo.
“¿Anda algo mal?, ¿pasa algo?” y se cubre delicada y penosamente su miembro.
“Nada”… ¿nada? ¿Esa es una respuesta? ¡Qué importa! Lo tomas de las manos y lo jalas hacia la cama… no advertiste que tu rostro quedaría a la altura de su abdomen, el cual besas con una pasión tan calmada, que se traduce como ternura. El acaricia tu cabello, diciéndote al mismo tiempo “Te quiero Liz…” y suspira como a quien le arrancan la vida a pequeños y tiernos tirones. Una vez más te recuesta sobre la cama, él se recuesta sobre ti; tú crees que el momento inevitable ha llegado, pero no. El no para de besarte y de acariciarte. De la forma más tierna y dulce, que la pasión sede el camino al cariño y la ternura. Se besan, se besan tanto que pierden la noción del tiempo.

Sientes que una de sus manos traviesas dibuja formas extrañas en tus piernas. No sabes de qué se trata, pero de alguna manera encienden de nueva forma la pasión, combinada ahora con el cariño y ternura de antes en una mezcla de colores que ni el mismo picasso podría hacer.

Toquetea tu sexo, los labios vaginales y va hasta tu glúteo, tú sonríes de nerviosismo, no sabes que es lo que busca, pero se siguen besando. Sientes sus dedos toquetearte ligeramente por dentro de tus labios y eso te hace suspirar. Sientes que algo te acaricia por un lado de tu vagina, pero poco a poco va avanzando, y cada vez se siente más extraño… se engrosa… ¡espera! No es su manoni sus dedos… no has terminado de pensar todo esto, cuando él y su miembro han irrumpido el centro de tu ser.

Está dentro de ti, te preguntas en qué momento pasó, pero no importa ya. Él ya está ahí, y los besos y caricias son inevitables. Sientes como te inunda por completo. Sus respiraciones son agitadas y atropelladas. Atropelladas por gemidos, por muchos “te quiero” de uno a otro, por leves gritos de pasión y sexualidad.

Los movimientos son cada vez más rítmicos, se entienden, saben que espera el uno del otro. Su sudor y el tuyo se combinan.

De pronto para… se incorpora. Queda arrodillado y toma tus tobillos… ¿Qué va a hacer??? No importa, es demasiado tarde, pone tus piernas sobre sus hombros. Ahora ya no es tierno, sigue siendo cuidadoso y sensible, pero nada tierno.
Ha tomado posesión de tus piernas, besa tus tobillos mientras introduce frenéticamente su ser en el tuyo. Sientes que explotas… te encanta, él se agita, sus labios no alcanzan para besar la hermosura de tus tobillos. La escena reflejada en el cristal del tocador de la habitación es increíblemente erótica y sensual. Se escucha el chocar de sus cuerpos. Es una pelea de tus muslos contra su abdomen. Ambos tienen los ojos cerrados, están disfrutando de todo. Comienzas a sentir el cosquilleo de tu vientre… sabes que va a venir… y lo quieres. Le pones sobre aviso de que es lo que pasa.

Y el abre sus ojos, esperando, quiere disfrutar de tus caras, de tus gemidos, de tu cuerpo contrayéndose. Quiere disfrutar de ti. Así que, no deja de mirarte y arremete con más velocidad y fuerza, arriesgándose él mismo a vaciar toda su fuerza sexual.

Sin embargo tú tomas ventaja y llegas primero a ese hermoso éxtasis. Tu orgasmo es una combinación de sonidos, como una melodía de la mejor composición musical. Combinada con un fluir de líquidos de tu sexo, casi invisible, y un temblar de piernas muy suave y dulce, las cuales él aun sostiene con sus manos. No advertiste que su miembro aún seguía en ti, provocando con tu orgasmo el de él mismo.

Sus ojos se dilatan, mira hacia arriba cerrándolos, gimiendo como recibiendo una bala o una espada en el pecho lentamente.

También tiembla, baja su mirada y te observa directamente a los ojos.

Se separan (aun cuando no quieren hacerlo). Te pones de pie y sientes como resbala su semen por tus piernas. Él toma un paño y delicadamente limpia tus piernas. Acaricia tu vello y se incorpora para besarte…”



Así fue aquel relato que Damian me regaló. Me enamoró. No era un relato que fuera meramente sexual, eran bellas letras que me tocaban hasta el alma. Podía sentir cada caricia, cada beso, casa suspiro. Escuchaba su voz diciendo cada palabra.

Me enamoré. Inexplicablemente, me enamoré. Y digo inexplicablemente porque ya no soy una chamaquita pendeja. Porque a pesar de estar consciente de la situación, me enamoré.

Comence a ver en Damian todo lo que algún día había deseado. Traté de hacerme a la idea de que era casado, de que lo nuestro no podía ser. Pero no pude, mis deseos de entregarme, mi enamoramiento (inmaduro), mis ganas, me hicieron caer. Y no fue su culpa. El no es un hombre malo. Me hubiera enamorado de él de cualquier modo; pero las cosas son tan raras en este mundo. Conocerlo así, de esa forma, era como encontrar una aguja en un pajar.
Y tenemos tantas cosas en común, tantos pensamientos. Y a pesar de habernos visto nunca a los ojos, aprendimos a descifrarnos en nuestras letras....
 

lal0.mx

Becerro
Registrado
19 Abr 2009
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9
valla!!! por completo me cautivo tu relato... quedo sin palabras, solo se me ocurre 'gracias'
 

lamichoacana

Becerro
Registrado
21 Mar 2009
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34
Sublime, me encanto el nivel de erotismo elegante y limpio en todo sentido, me cautivo cada una de tus palabras y tu narrativa es exquisita. solo me queda agradecer tus textos que fueron para mi toda una ilusion.....gracias y gracias a Damian por ser la motivacion de tus relatos
 

vanellope

Becerro
Registrado
27 Nov 2012
Mensajes
23
Gracias por sus mensajes chicos, es muy lindo poder compartir lo que me ha estado pasando.

Para mi es muy grato que sea Damian mi inspiración, pero es aún mejor, ser yo la musa de tan dulces letras escritas por su parte... Es un sentimiento maravilloso.

Ya les contaré más adelante que es lo que ha pasado entre nosotros

Saludos
 

pastor666

Bovino maduro
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29 Nov 2009
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320
Amiga, gracias por compartirnos parte de tu ilusión, de tus sentimientos, tus sensaciones, enamorarse es uno de los mejores sentimientos que uno puede disfrutar. Tu historia es una verdad de que cuando uno da paso al alma, al corazón, todo lo imposible se hace posible. Besos.
 
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