Esta fue mi primera colaboración en esta página. He decidido hacerle algunos cambios. La revisé y le añadí algunos detalles. No cambió en nada la historia, pero creo que quedó un poco más clara. Espero que lo que voy a contar les parezca interesante. Se agradecen comentarios. Pronto espero estar subiendo otros relatos de este tipo.
Desde chavo me ha gustado admirar a las mujeres. Cuando me encuentro a alguna chica guapa por la calle o en un transporte, no puedo dejar de admirarla y dar gracias a la vida por la oportunidad de ver personas tan bonitas y atractivas.
Pero he desarrollado un gusto especial por adivinar y descubrir la ropa interior de las chavas que me encuentro. Cuando alguna mujer que me encuentro llega a enseñar la orillita del brassier, a través del escote o la blusa entreabierta, o se le baja un poquito el pantalón y enseña su pantaleta, yo me pongo muy inquieto y comienzo a desear ver más. Pese a que han pasado muchos años, no se me ha quitado esta "afición". Incluso estuve a punto de buscarme problemas con compañeras de trabajo y de escuela, cuando dadan cuenta que las miro con demasiada atención. En la calle he tenido incidentes, algunos desagradables, pero también uno que otro bastante divertido.
Cuando descubrí los videos de "Pilladas en la calle" de Torbe, me dije: "¡yo quisiera tener un trabajo así! Pero como hay que trabajar y no tengo el montón de Euros, pues sólo se había quedado en una fantasía. Hace algunos meses comencé a obsesionarme con llevarla a cabo. Llegó un momento en que al salir del trabajo, en lugar de irme a casa, me ponía a caminar por las calles de la ciudad, buscando a alguna chica bonita y que pareciera lo suficientemente accesible para aceptar una propuesta indecorosa. Mi idea era sólo buscar una chica dispuesta a ir conmigo a un cuarto de hotel, donde se quitara la ropa poco a poco y me permitiera admirarla por un rato, sin prisas ni broncas. Nada de sexo ni compromisos. Tenía un poco de dinero ahorrado y aunque a nadie le sobra, incluso había considerado la posibilidad de tomar una parte para incentivar a las indecisas. Pero la verdad es que esto resultó bastante difícil. Muchas veces me encontré con que las chavas se ofendían, con justa razón, en cuanto les decía mi plan. Otras salían casi corriendo y una que otra, incluso trató de encontrar a un policía, para mandarme al "bote". Con algunas llegué a entablar una breve plática y después terminaba por arrepentirme en el último momento de hablarles de mi propuesta. Sin embargo llegué a tener algunas pláticas divertidas y muy agradables con chicas desconocidas y bastante simpáticas.
Después de intentar durante casi un año, durante mis ratos libres, de hacer realidad mi fantasía, estaba a punto de darme por vencido. Era verano y yo me dirigía a mi casa, harto de andar trabajando en la calle y del calor. Pasaba por una tienda de autoservicio, en una conocida avenida de esta ciudad, cuando en lugar de cruzar la avenida, para tomar el "microbús" que me llevara a mi casa, decidí caminar un poco, para desaburrirme. Apenas había caminado unos pocos metros, cuando ví venir a una chica morena, de pelo rizado y alborotado, con jeans entallados, sandalias y un suéter verde. Llevaba lentes oscuros, así que no podía ver sus ojos. En cuanto pasó junto a mí, algo me atrajo de ella. No sé decir qué fue lo que me llamó la atención. Simplemente comencé a seguirla y me fui acercando a ella. Estaba muy nervioso, pero me acerqué a ella y le dije, con una voz suave y amable que si le interesaba ganar dinero. Por dentro pensé: ¡a cómo serás pendejo, ya la cagaste, es una insinuación muy directa!
Para mi sorpresa, ella volteó y con curiosidad me dijo: ¿de cuánto estamos hablando? Yo me puse más nervioso y dije la primera cantidad que se me ocurrió, y que era más o menos lo que había escuchado que cobra una prosti en ese rumbo. Mi segunda sorpresa fue cuando ella me dijo con una sonrisa más amplia: ¿y qué tengo que hacer? Con una calma que hasta a mí me sorprendió, le expliqué mi fantasía y ella, en lugar de salir corriendo, me escuchó con atención. Después me preguntó que si sólo quería verla. Le dije que sí y ella lo pensó apenas unos segundos y me dijo: "Bueno, pues vamos. Tú me dices a dónde".
Primero pasamos a un cajero por lana y después le dije que ahí cerca había un hotel, que si no le molestaba ir a ese o que si prefería uno más discreto. Ella estuvo de acuerdo con ir al que estaba a una calle de allí. Le pregunté su nombre y ella me lo dijo. Es un nombre muy bonito, pero aquí la llamaré Anel. Platicamos durante el camino y ella me contó que tenía pocos meses de haber llegado al DF, que venía de una ciudad de provincia, por cierto famosa por la belleza de sus mujeres, y que había ido a visitar a una tía que vivía cerca de allí, que se había despistado y que por eso me la había encontrado caminando por allí. También me contó que andaba algo corta de dinero y que la verdad le estaba haciendo falta para pagar algunas cosas que necesitaba, que por eso mi oferta le había interesado de inmediato.
Llegamos al hotel y yo pedí una habitación. Anel se quitó sus lentes y yo ví un par de ojos verdes muy bonitos y algo maliciosos. Tomé la llave y subimos al cuarto. Antes de entrar, Anel me preguntó si sólo quería verla sin ropa o que si haríamos algo más. Yo le pregunté si ella quería algo más y ella me dijo: "es que ahorita no tengo novio y hace más de un mes que no hago nada de nada y la verdad, pues si tengo ganas". Esto no estaba dentro de mis planes, pero le dije que podíamos arreglarnos. Al entrar, ella me dijo que si no me molestaba pagarle de una vez. Le dije: "claro que no, negocios son negocios, si tú te sientes más tranquila recibiendo tu dinero de una vez, adelante" y le entregué la cantidad acordada. Después me preguntó: ¿Qué quieres que haga?
Yo le dije: ¿Qué traes puesto bajo la ropa?
Anel me dijo: “¿De ropa interior?, sólo traigo una tanga negra con dibujitos, que me gusta mucho. No me gusta usar brasier", dijo y enseguida se quitó el suéter. Llevaba una blusita de tirantes blanca, tipo top y nada debajo. Sus pechos eran redondos y llenos, se le marcaban a través de la delgada tela. “¿Me quito toda la ropa?” preguntó. Yo le dije que mejor se la quitara poco a poco. Primero le pedí que se quitara el pantalón. Ella obedeció. Para quitárselo también se tuvo que quitar las sandalias, así que cuanto terminó ya sólo vestía su top y una tanga negra, con puntitos de colores, un coqueto moñito de listón negro al frente y con resorte negro con rosa. Anel tenía un cuerpo llenito, pero atractivo. Sus pechos eran redondos y llenos, sus pezones se marcaban a través de la tela de su camiseta. A mí me puso bien caliente verla casi desnuda.
Me acerqué a ella y le quité muy despacio su top blanco. Ahora sólo traía puesta su coqueta tanga. Le pedí que se acostara en la cama y comencé a recorrer su cuerpo suavemente con mis manos temblorosas. Acaricié sus pies, subí por sus piernas hasta llegar a su cadera. Admiré en todos sus detalles su tanguita negra. Memoricé todo de esa diminuta prenda: la textura de la tela, los colores, el contraste de la tela mate con el brillo del moñito que la adornaba...
Evité tocar su sexo, y seguí subiendo por su cuerpo, acariciando sus pechos y después sus pezones. Ella me dijo: “Me excita mucho que me toquen los pechos, sigue haciéndolo, por favor”. Después de unos minutos de acariciárselos, seguí con sus hombros. Besé sus labios y pude ver de cerca sus pícaros ojos verdes. Después acaricié su cara y su pelo y le pedí que se volteara boca abajo. Ahora podía ver su espalda, sus redondas nalgas, parcialmente cubiertas por la pequeña tanga, y sus sus piernas. Volví a recorrer su cuerpo, con caricias suaves, me entretuve en sus nalgas y su espalda. El color de su piel, ligeramente moreno, me fascinaba.
Ella me dijo: "Me estás relajando mucho, si sigues así, me voy a dormir..." La perspectiva de que se durmiera, para poderla admirar casi desnuda durante un rato, me pareció interesante, pero ella me dijo: "Tengo que llegar a visitar a mis familiares, me están esperando". Me animé a preguntarle: ¿Te gusta masturbarte? y ella me respondió con una pregunta: ¿Quieres que me toque? y acto seguido dirigió su mano derecha a su sexo y comenzó a tocarlo rítmicamente por encima de su tanga. Volteó a verme y mientras se seguía tocando, me dijo: ¿no te vas a desvestir? Anda, quítate la ropa...
Yo comencé a desvestirme y sólo me dejé un boxer azul marino, que la verdad me gusta mucho cómo me queda. Como soy muy delgado, ella me dijo: "estás bien flaquito, pero el calzón te queda muy bien". Después me dijo: "¿Quieres que me quite mi tanga? La verdad ya me estorba”. Yo le dije que sí. Ella se la quitó con un movimiento rápido y la puso en el buró junto a la cama. Después, mientras seguía acariciando su sexo, tomó con su otra mano mi pene, que estaba bien erecto, y me dijo: "Quítatelo, quiero verte todo".
Yo obedecí y ella lo acarició un poco, después de levantó y se puso en cuatro patas y me pidió que entrará, que tenía muchas ganas de hacerlo. Tomé un condón de una caja que había comprado al entrar al hotel y me preparé. Entré en ella con facilidad. En cuanto entré, ella apoyó su cabeza sobre la cama y comenzó a hacer unos pequeños gemidos. Yo comencé a moverme muy despacio. Anel apretaba muy rico y esa sensación me gustó mucho. Ella siguió dando sus gemidos, después comenzó a subir de tono y me pidió que me moviera más rápido. Conforme yo me movía con más fuerza, comencé a sudar, mientras ella gemía más fuerte. Esos gemiditos me excitaron todavía más. No había duda de que Anel lo estaba disfrutando. Ya sólo hacía algunos gemidos y de repente murmuraba: “más… más”. A mí me gustó mucho cómo se veía ella en esa posición. Sus nalgas resaltaban todavía más. Las acaricié con suavidad y después recorrí su espalda. Ella me pidió que no bajara el ritmo. Me dijo: “Síguele, por favor, me está gustando mucho”.
Después de varios minutos de jadeos, gemidos, sudor y palabras cachondas, terminé. Me parece que ella esperaba un poco más de mí, pero la verdad, no había podido evitarlo la experiencia había sido muy excitante. Le ofrecí que descansáramos un poco y que nos echáramos otro, pero me dijo que ya tenía que ir con su familia. Nos dimos un baño y yo aproveché para admirar su cuerpo desnudo bajo la regadera. Después nos vestimos, algo apurados, y yo volví a repasar todas las prendas que llevaba puestas, memorizándolas para mis recuerdos. Salimos del hotel y nos despedimos con un beso en la mejilla, como amigos. Yo tomé camino para mi casa, satisfecho de haber cumplido una fantasía que tenía guardada desde hacía mucho tiempo.
Tiempo después tuve oportunidad de vivir otras aventuras parecidas. En esa ocasión me divertí todavía más, pues terminé jugando al fotógrafo de Play Boy, así que imagínense cómo me la pasé. También, contra todo pronóstico, me reencontré por casualidad con Anel y tuvimos la oportunidad de pasarnos algunos buenos momentos. Pero esas historias se las contaré después.
Agradezco a todos los que lean mi relato, espero que les guste. Todos los comentarios serán bienvenidos, pero si alguna becerrita tiene algo que opinar, se lo agradeceré especialmente, pues me gustaría repetir esta aventurilla con alguna otra chica que me encuentre por la calle, así que espero sus opiniones.
