Nunca pude aborrecer algo tanto como las cenas de Navidad de empresa. Nunca pude acostumbrarme al pelotilleo de los caraduras de costumbre. Nunca me gustó tener que reírme de las gracias de la jerarquía. Así que la noche no había prometido ser nada agradable, en ningún aspecto. Quizás el menú...