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De versos a besos V

vanellope

Becerro
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27 Nov 2012
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http://ba-k.com/showthread.php?t=3355311 Parte IV

http://ba-k.com/showthread.php?t=3351402 Parte III

http://ba-k.com/showthread.php?t=3349352 parte II

http://ba-k.com/showthread.php?t=3347003 parte I


Pero… Pasaba algo extraño, muy extraño. Cada vez que Damian y yo quedábamos de vernos para consumar tan anhelado deseo, algo sucedía y nos impedía vernos.

Vivimos en los extremos de la ciudad, su casa queda a varias horas de la mía, aunado a que por obvias razones no podía desaparecer de su casa así como así.

Jamás me sentí culpable de saber que era casado, no me permití involucrarme de más. Si lo hacía entonces jamás tendría la determinación de poder entregarme a él. Además (penosamente siendo mujer debo de confesar), que de cierto modo (tal vez como justificación de mi subconsciente), pensaba que no era mi culpa. Que su esposa no hacía más que lanzarlo a mis brazos (con las actitudes que tenía) y que yo no tenía la culpa de un enamoramiento que había surgido de la nada LITERAL.

Cada vez que me asaltaba un pensamiento que demostrara celos, trataba de disiparlo de mi mente, aunque he de confesar que muchas veces, estando en mi cama, pensaba en como ella estaría dormida a lado de aquel hombre que hubiera anhelado tener entre mis brazos, entre mis piernas, entre mis sábanas. Pero trate de no pensar mucho en eso, sería estúpido sentir celos de un hombre casado (cuando tú no eres la esposa).

Parecía que cada día que pasaba el cariño, el deseo, la pasión, la entrega, se iban acrecentando. ¡Y vaya que lo hacían!
Obviamente nuestras pláticas diarias no eran basadas en el sexo. En tan poco tiempo aprendí a conocer a aquel desconocido.

Me regalo sus sueños, sus anhelos. Aprendí a distinguir sus enojos, sus miedos, sus manías (como la del bostezo constante); aprendí a ver en él tantas cosas.

La primera vez que nos vimos (por webcam) fue… no sé cómo explicarlo. Ya sé que la tecnología es súper avanzada y esas cosas, pero en verdad (no me lo creerían) parecía que el cristal entre nosotros se convertía en aire.

Era como estar sentados en la misma mesa. Y ame aquella sonrisa. La grabe en mi mente, en mi corazón.
Y nos gustaba soñar, ¡como soñábamos!

En tardes enteras viendo tele, desnudos y metidos en la cama. En paseos y viajes que sabíamos bien que no se consumarían.

En qué hubiera pasado si yo fuera la que tuviera el lugar de su esposa.

Les repito, espero no me tomen como una mujer insensible, vana y fría. Porque no lo soy. Pero… ¿Cómo evitas, como evades ese tipo de amor o cariño que llega a tu vida golpeándote la cara tan inesperadamente?
¿Cómo sentirme mal de hacerle eso a una mujer que, si bien no es mala (porque les juro que jamás la odie, ni la pensé mala), era una mujer que no valoraba tales sonrisas, tales palabras?

No me podía explicar como ella no era capaz de valorar y aprovechar lo que yo hubiera matado por tener.

Como dije antes, ella (sin querer) lo lanzo a mis brazos y me abrió las puertas. Cada paso que ella retrocedía era un paso que yo avanzaba.

Muchas veces le pedí perdón en silencio por lo que estaba haciendo. Pero, no podía evitar querer tanto a aquel hombre que era la descripción exacta de la poesía.

Soy una mujer de casa, de valores, de muchos principios (por absurdo que eso parezca); si esto hubiera sido solo un arrebato carnal, un deseo sexual, hubiera podido contenerme y me hubiera alejado para evitar hacer daño a terceras personas (sin daños a terceros de Ricardo Arjona se convirtió en nuestra canción). Pero esto iba más allá del deseo, de la pasión.

Si solo hubieran sido ganas de coger, me bastaba con una llamada telefónica para saciar esas ganas con quien yo sabía que moría por tenerme en su cama. Pero yo no tenía un deseo sexual.

No era necesidad de sexo. Era necesidad de él, de Damian.

Liz: “Amor, imaginas cuando me tengas desnuda y a tu entera disposición? ¿Qué harás cuando eso suceda?” Me encantaba encaminar esas platicas a la ilusión de consumar ese deseo que ardía dentro de los dos.

Damian:

“Liz, desnuda ya estas. Ante mi lo estas. Bella, simpática, deseosa, sensual.

Acercarme a ti no es fácil amor.

Tengo que tener cuidado, podría abalanzarme sobre ti a besos y caricias. Pero prefiero hacerlo lentamente.

Te imagino ahí sentadita en la cama, con tus pies estirados.

¿Sabes? Comenzaría por tus pies. Obviamente reaccionarías al cosquilleo, pero como no estoy siendo brusco, te dejas consentir por mis suaves pero firmes manos.

Poco a poco voy subiendo con mis manos y mi boca hasta tus caderas. Estoy en la delicia de tus piernas. Puedo sentir tus manos sobre mi cabello, mientras yo disfruto de tus muslos y tus piernas,

Sin quererlo, mi respiración se detiene justo entre tus piernas, oliendo el delicioso néctar que ya emana de ti.

Quiero tomarlo y saborearlo. Que me queme la garganta y llegue hasta mi ser.
Pero me detengo. En lugar de eso subo a tu vientre. Te recuesto para que mi "operación" me sea mucho más sencilla.

Sin que te des cuenta, estoy sobre ti.
Pero aun no pasa nada, te sientes invadida, pero no poseída.

Yo siento como tu aliento quema mi cara, mis pómulos se quieren llenar de ti. Ahora tu corazón y el mío laten al unísono.

Puedo sentir la perfecta tersura de tu piel.

Pero... un momento, algo pasa. Aun no es el tiempo, pero mi sexo busca al tuyo con desesperación. Estoy sobre ti, y se encuentran. No entra, más bien, acaricia entre tus labios. Me levanto de repente, y doy vuelta, ofreciéndote la plenitud de mi cuerpo de espaldas”.

Liz: “Y me muero por besar esa espalda, por acariciarla, por morderla”.

Damian:

“De hecho, lo haces. Tus manos juegan por enfrente de mí, tomando mi parte viril entre tus manos y acariciándola. El calor de tus manos me funde, me quema. Solo me queda esperar a ser devorado por el calor que nos unirá.

De pronto me sueltas, me tomas por la cintura, y... espera, me das vuelta.
Tus manos se posan en mis pezones, regalándome pequeños pellizcos combinados con caricias.

Levanto la vista al techo por el infinito placer, cuando menos lo espero, tus labios ya se han posado en mi miembro. El calor de tu respiración y la humedad de tus labios me derrite.

Tomo tu cabello y mis manos están locas en él. Acariciando tu cuello, tus oídos, mientras escucho el cautivador sonido de tu boca succionando mi ser.

"Liz, detente por favor...". Pero no lo haces, sabes que estoy por venirme, pero no te detienes. "Liz...", mis piernas comienzan a temblar y sabes que mi orgasmo es inminente. Es entonces cuando paras...

Mi orgasmo se convierte solo en... un suspiro y nada más.
Tu mirada es traviesa, linda, pero traviesa.

Tomas mi mano y la diriges a tu sexo. Se lo que quieres, y comienzo a acariciarte tan delicadamente, que me pides que lo haga un poco más rápido... y más adentro. Me doy cuenta de que tu urgencia es igual a la mía.

Así que introduzco mis dedos. Acariciando cada rincón de ese lugar tan hermoso y anhelado de tu cuerpo. Ahora tomo asiento en la cama.

No te suelto, por el contrario, me aferro mas a ti y a tu sexo. Mis labios se posan en el hermoso pezón derecho de tu hermoso cuerpo.

Y mi mano libre comienza a acariciar traviesamente tu pezón izquierdo.

Me tomas del cabello. Mi lengua busca describir la forma de tu hermoso pezón.

Tus gemidos comienzan a ser más audibles. Una de tus manos toma mi espalda y me jala hacia ti.

Los movimientos de mis dedos en tu interior son de lo más atinados, porque he aprendido a leer tus gestos y gemidos. Cada vez más profundos y más veloces. Mi lengua juega entre tus labios.

No te diste cuenta en qué momento me arrodillé debajo de ti, para saborear tu miel.

Te acuesto en la cama, sigo lamiendo tu intimidad y tomando esa miel para mí, como si mi vida dependiera de ello.

Pero pasa algo, ni tu ni yo lo podemos soportar más. Levantas mi rostro, te ríes maliciosamente y te recuestas, levantando a su vez tus piernas. El espectáculo que tengo frente a mí es indescriptible y cautivadoramente hipnotizante. Tus piernas abiertas, tu sexo esperando, con esos fluidos tan deliciosos, que no puedo evitar lamer una vez más. "No tonto, ya tómame..." suplicas jadeante y traviesa.

Yo solo obedezco. Me poso entre tus alas y te hago mía, introduciéndome completamente en ti. Lo hago de una manera por demás cuidadosa, aún así, no puedes evitar un gemido que me eriza la piel.

Los movimientos son lentos, pero aceleran con el tiempo. Tus gemidos, tus facciones, tus palabras, me hacen sentir único en el mundo. Y es cierto, soy único en ese momento. No existe nada más que tú y yo, y nuestra insaciable pasión.

Tengo que ir hacia ti. Bajo tus piernas, y te beso como si fuera la primera vez de nuestro encuentro. Queremos hablar, pero nuestras lenguas pelean tanto como nuestros sexos. Inseparables, imparables... únicos.

De pronto y sin saber porque, tomas una fuerza increíble, volteándome boca arriba. Tal vez sea fuerza, tal vez yo lo permití. Tal vez sea porque es hora de que obedezca a tus mandatos, porque ahora, yo quiero que tú tengas el control sobre mí.

Te incorporas de rodillas en la cama. Es un espectáculo increíble. Me das la espalda...

"Liz..." se me escapa un suspiro con tu nombre. Después, te subes sobre mí, introduciendo mi sexo en ti. Siento como tu miel llena mi sexo, mis partes más bajas, hasta mis piernas. Incluso llego a sentir un cosquilleo en mi ano.

Tú solo me das la espalda, dejándome ver ese hermoso par de glúteos tan hermosos, pero dejándome ver algo aún más increíble: tú ser invadido por mi ser.

Puedo ver como aprisionan tus labios vaginales a mi indefenso pene. Como tu perfecta y hermosa cavidad anal pide también ser penetrada.

Te acaricio, meto un poco mi dedo, esperando no te moleste. Pero no, así que continúo acariciándote mientras tú dominas los movimientos de los dos.

Nuestros movimientos son muy rápidos. De pronto tú paras. Entiendo que tu orgasmo está por llegar, así como el mío. Te incorporas y te bajas de la cama.

"No te muevas" me dices. Entonces te paras a un lado de la cama y recuestas medio cuerpo sobre ella. Yo entiendo el mensaje y ahora me incorporo.

Recorro con mi dedo toda tu espalda, después con mis labios, hasta llegar a tu cavidad más prohibida. Dejo deslizar un poco de saliva sobre tu ano y lo invado con mi dedo. Gimes, algo que me hace explotar en mi interior. Te poseo una vez más. Tus labios vaginales abren paso a mi miembro que está por explotar. Comienzo arremetiendo contra ti, como queriendo darte una lección.

Entonces comienzas a gritar, no gritos que lastiman de lo fuertes, no gritos de dolor. Solo pronuncias una palabra "¡más!"; no es un simple grito, es un gemido gritado combinado con esta palabra. Yo estoy a punto de venirme, y escucho que tú gritas "¡Ah!".

Un grito tan ahogado que se qué significa, y para mí, es tarde, exploto en ti. Todo mi interior se vierte en tu interior. Tus piernas tiemblan...

Mi miembro palpita como con vida propia. Nuestros líquidos fundidos se deslizan entre tus piernas.

Te tomo de la cintura y te atraigo hacia mí. Te incorporo. Beso tu cuello y tu espalda. Te recuesto en la cama y comienzo a jugar contigo, ¿sabes a que estamos jugando?

Estoy besando cada lunar de tu cuerpo….”

Y en cada palabra, yo me aferraba más a mi asiento, no podía evitar sentir esa urgencia de salir corriendo a buscarlo. Pero ¿a dónde?, ¿de qué manera?

Tenía que conformarme con contestar a sus provocaciones, de decir también lo que yo haría con él.

Damian: ¿Y tu Liz? Si tuvieras la oportunidad de compartir conmigo el lecho, ¿Qué harías?

Liz:

“Tal vez te amarraría las manos para que no pudieras detenerme y jugaría con tus placeres. Llevándote casi al orgasmo y deteniéndome de repente, para poder volver a empezar.

Besaría cada parte de tu cuerpo sin dejar nada que no recorran mis labios, sin que puedas moverte y sin que puedas hacer nada más que suplicar.

Te acariciaría cada centímetro, y entonces comenzaría a hacerte el sexo oral más delicioso que te han hecho en toda tu vida.

Y cuando sientas esa necesidad de llegar, cuando no puedas más, me detendría, para que sintieras lo que es quedarse con esas ganas.

Y entonces, cuando menos lo esperaras, me sentaría sobre ti y querrás acariciarme pero no podrás, porque tus manos no te responderán, y solo te quedaría mirarme mientras me muevo dulcemente sobre ti, sin que puedas hacer absolutamente nada.

Estas acostado boca arriba, inmóvil, vulnerable, y yo he decidido abusar de esa sumisión a la que te has sometido conscientemente.

Te mueres por tocarme, por besarme, por morderme. Pero no puedes.

Y al sentarme sobre ti, encajamos perfectamente.

Mis movimientos son suaves, son dulces pero sensuales, hacia arriba, hacia abajo, hacia adelante, hacia atrás…

En un movimiento infinito (¿Conoces el símbolo de infinito? ¡Obvio si! ese símbolo como de “ocho” que nos dice que las cosas no terminan jamás).

Pero no puedes hacer nada, no puedes tocarme, no puedes moverte y dependes de mí totalmente.

Mi espalda se arquea hacia atrás y ves como mi cabello suelto se mueve al compás de mis caderas, cayendo sutilmente sobre mi pecho, cubriéndome de mi desnudez.

Estas a punto de llegar al orgasmo, y yo sonrío, porque es deliciosamente bello verte atrapado entre mis piernas.

Y entonces me levanto… y no te dejo terminar. Porque dependes de mi, y no te voy a regalar el orgasmo tan fácilmente, porque me lo debes. (Eso de me lo debes, fue por una discusión que tuvimos y que sinceramente, ni al caso contarles).

Me volteo de espaldas y me ves parada, desnuda ofreciéndote la desnudez de mi espalda en su totalidad. Mi cabello ondulado cae sobre ella, y apenas las puntas alcanzan a tocar el termino de la misma.

Camino alrededor de la cama y me sigues solo con la mirada, entonces…

Me siento frente a ti, lejos de la cama, en un silloncito que está ahí y abro las piernas en un ángulo perfecto… ¡pero no puedes hacer nada!

Solo mirar, porque no puedes moverte, solo puedes mirarme. Y entonces me miras fijamente mientras estoy sentada en aquel sillón.

Hago la cabeza hacia atrás, dejando mis pechos levantados, libres…

Y me miras pasar mis manos por mis piernas, acariciándolas, y entonces, sin ningún pudor y como si no estuvieras ahí, comienzo a acariciar cada parte de mi sexo lentamente; y te mueres por ser tu quien me acaricie… ¡pero no puedes!

Y luchas contra lo que te ata, pero te es imposible escapar. Y me miras ahí, disfrutando de cada movimiento de mis manos, escuchando con atención cada gemido, viendo como mi pecho se levanta debido a la rápida respiración hasta que ese gemido se convierte en un grito ahogado, y me miras llegar al orgasmo sola.

Mis piernas se estiran y mi espalda se arquea aun más. Te mueres por estar ahí a mi lado. ¡Pero no puedes!

Ves como deliciosamente emanan las mieles producto de tanta pasión; caen poco a poco, gota a gota; entonces te miro de nuevo, sonrío y te pregunto muy quedito, casi inaudible: “¿quieres venir?"

Y suplicas, suplicas con esos ojos que te deje ir, hasta que arrancas tus ataduras y corres a mi lado como si tu vida dependiera de ello.

Yo sigo ahí, sentada en aquel sillón, con las piernas cruzadas. Te acercas y me besas, me exprimes el alma en un beso, me aprietas, me abrazas y dulcemente abres mis piernas, las descruzas y aspiras ese aroma de mujer que es tan fuerte, tan deleitante. Llevas tu boca a lamer el poco veneno que queda pero levanto tu rostro y no te dejo, te beso, muerdo tus labios y me levanto, aprisionándote contra el tocador de aquella recamara, quedando tú de espaldas a él y con un movimiento veloz me volteo, sentándome sobre aquel tocador, quedando tú cara frente a mí y frente al espejo.

Te abrazo con las piernas, te atraigo hacia mí y me penetras, debido a la posición es una penetración profunda que hace que sienta que me partiré en dos.

Subo, bajo, te alejo y te atraigo con mis piernas hasta que sientes que no puedes más.

Es como si quisieras atravesar mi desnudez de un solo golpe, y gracias a tu paciencia te has ganado mi sumisión.

Entonces paras, te frenas en seco y me levantas de aquel tocador, me tomas por el cabello y me das la vuelta, quedando yo de frente al espejo y tu a mis espaldas. Me inclinas suavemente y puedes ver tu cara y la mía reflejadas en el espejo. Al inclinarme mis pechos caen víctimas de la gravedad y entonces me inclinas aun más y te introduces dentro de mi pudiendo ver en el reflejo del espejo mis caras, mis gestos.

El espejo se empaña y me recargo en él con las dos manos para poder detenerme, el sudor escurre por mi espalda, en pequeñas gotas que forman un riachuelo que cae por mi columna cayendo deliciosamente sobre tu miembro.

Me tomas del cabello una vez más, firmemente y llevas mi cuello hacia tu boca, lo que hace que mis clavículas se vean finas, delicadas.

Soy tuya.

Cuando vas a llegar una vez más al orgasmo, te empujo hacia atrás con mis nalgas y no te dejo terminar.

Pero para ese momento estás tan desesperado que pierdes el respeto a mi firmeza y me avientas a la cama, no delicadamente, pero sin ser violento. Y eso se convierte en una lucha de egos. Entonces, con todas las fuerzas que mi cuerpo me da, te tomo de los hombros y te doy la vuelta, quedando tú debajo de mí.

Crees que volveré a abrazarte con las piernas, pero me doy la vuelta dándote la espalda y entonces me inclino totalmente, dejando mi sexo a una diminuta distancia de tus labios y comienzo a besarte, a lamerte, esperando extraer de ti esa fuerza sexual que está contenida.

Mi lengua acaricia tus ingles, tus muslos, y entonces llevo tú miembro dulcemente a mi boca. Como estoy de cabeza, mi lengua queda esta vez por la parte de arriba de tu miembro y eso te vuelve loco. Entras y sales de mi boca a tu antojo, mientras te ocupas con tu boca misma de mi sexo.

Las piernas me tiemblan, pero sigo con mis caricias. Mis labios rodeando tu miembro, dando pequeñas mordidas en la punta de él, y mientras te acaricio con mi lengua, mis manos se ocupan de lo demás: tus muslos, tus ingles, tus testículos. Mi lengua hace movimientos de vaivén y circulares que te rodean, te queman, te matan, te envenenan; mientras yo siento tus caricias sobre mis labios, sobre esa pequeña nuez como le llamas tú.

Tengo la espalda empapada y el cabello también; mis cabellos te hacen cosquillas en las piernas debido a los movimientos que rozan con ellos tus muslos.

Y estoy sudando tanto, que mi cuerpo resbala sobre el tuyo y entonces siento que el orgasmo viene pero esto es una lucha de egos, y quiero ganar.

Mis movimientos comienzan a hacerse más violentos, te dejo entrar de lleno de en mi boca mientras recargo mis manos en tus rodillas.

En ese mismo instante, sientes como algo escurre desde lo más profundo de mí ser, y al caer ese néctar en tus labios, liberas esa fuerza contenida dentro de ti.

Me llenas la boca con ese dulce veneno, tibio, espeso… y yo lo bebo todo, lo disfruto, lo saboreo.

Tus músculos se relajan, pero yo no me aparto de ti hasta no limpiar la última gota de tu dulce miel.

Me tiro a tu lado, exhausta, sudorosa, hasta que te volteas hacia mi lado (yo estoy del lado derecho) y te acuestas sobre mí.

Me besas y yo abro mis piernas para que puedas acomodarte, y descansas tu cara en mis pechos, y te acaricio la cabeza hasta verte quedar dormido...”
 

pastor666

Bovino maduro
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29 Nov 2009
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Una verdadera poesia de erotismo, sensualidad, ternura y amor. Lo mejor de ustedes es que ya han hecho el amor, pero al alma, al corazón, con cada palabra que se escriben se demuestran la entrega y el amor que se tienen. Que la vida les sonría siempre y que pase lo que pase no pierdan esa sensibilidad que ambos han descubierto en ustedes. Saludos.
 

Larry Damiloco

Becerro
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27 Nov 2012
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No saben cuantas veces tuve que permanecer sentado por mucho tiempo en la oficina para que no se notara el penoso bulto en mi pantalón. Y la Culpable... Liz... Créanme, viene lo mejor :)
 

Larry Damiloco

Becerro
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27 Nov 2012
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Mamy, te agradezco cada segundo de tu deliciosa compañía. Tu detallas mejor que yo esos ricos momentos. Gracias, por hacerme ver como el hombre que de verdad quisiera ser.

Espero no tardes mucho en contarles lo que paso despues... :cute:
 

vanellope

Becerro
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27 Nov 2012
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Mamy, te agradezco cada segundo de tu deliciosa compañía. Tu detallas mejor que yo esos ricos momentos. Gracias, por hacerme ver como el hombre que de verdad quisiera ser.

Espero no tardes mucho en contarles lo que paso despues... :cute:
TE AMO! Gracias a ti, por haberme cambiado la vida!
 

Tanin

Bovino maduro
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14 Jul 2010
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Esto se pone intenso, gracias por regalarnos el erotismo que de sus letras proviene, la que le espera a mi mujer.
 
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